Delta del Okavango, Parque Chobe y Cataratas Victoria
Aquí estamos de vuelta luego de vivir la experiencia más cercana posible a la vida salvaje que se puede tener. Nuestro safari móvil comenzó en Maun, donde un equipo de dos guías (Gabriel y Baeti), un asistente (Gabriel) y un traductor (al alemán – Daniel) nos recogieron para incorporarnos a un grupo de otros 6 turistas que ya llevaba una semana por Namibia y el norte del Delta (una pareja de Nueva Zelandia, otra de Australia y otra de Alemania, gracias por tan buenos momentos).
Nos trasladamos en un carro diseñado para el safari (lo más parecido sería una “escalera” o “chiva” en Colombia pero más pequeño, con un remolque que incluía una pequeña cocina y el almacenamiento del equipaje y todo lo necesario para el campamento.
Los tres primeros días los pasamos en la reserva Moremi (Delta del Okavango) y los siguientes tres en el Parque Chobe, finalizando en Zambia para ver las cataratas Victoria (en el momento de escribir el post no teníamos conexión suficiente para subir las fotos, haciendo clic en los enlaces podrás verlas).
Durante el Safari, como mencioné sobre Kruger, se va manejando por el parque en busca de los animales (esto se llama Game Drive), pero acá es diferente: no hay casi gente (no es tan turístico como Kruger), las carreteras son muy rústicas, se requiere un buen carro 4×4 (de hecho nos quedamos en una oportunidad atrapados en la arena) y los animales están en todos lados. En la noche se duerme en unos campamentos que no son más que un terreno sin arbustos con un número, sin absolutamente nadie en kilómetros a la redonda, sin nada que impida que las hienas vengan todas las noches al campamento a buscar comida o que los elefantes pasen apenas a algunos metros de distancia.
El equipo de guías al llegar al campamento tiene una rutina muy precisa: encender el fuego, armar la ducha y las letrinas. Cada persona arma su propia carpa, según unas instrucciones específicas. El asistente del guía se encarga de preparar la comida (realmente deliciosa, todo cocinado en la fogata, ¡hasta el pan!). Se hace una salida en la mañana (aproximadamente de 7:30 am a 11:30 am) y otra en la tarde (de 3:30 pm a 6:30 pm, en Botswana no se permite manejar en las noches en los parques).
El conocimiento de los guías sobre los animales, su comportamiento, los sonidos, es amplio y hace que la experiencia de ir con ellos compense el alto costo del Safari.
La cantidad de vida salvaje que vimos es incontable, pero mis momentos favoritos son:
- Los elefantes: acá hay más de 120,000 así es que vimos desde los solitarios machos jóvenes hasta manadas de cientos de elefantes (hembras con sus crías de diferentes edades), caminando, cruzando el río e inclusive una noche comiendo los arbustos al lado de nuestro campamento.
- Las jirafas, tranquilas y elegantes, curiosas pero asustadisas.
- Tuvimos 4 encuentros con leones, en uno de ellos un par de machos se comunicaban rugiendo y pasaron al lado de nuestro carro. En otra ocasión estuvimos observando de cerca a una manada de 4 leonas adultas, un macho joven y 5 cachorros durante más de una hora.
- Un leopardo en un árbol al que los chacales aullaban para informarle a todas las especies que había un depredador cerca.
- Varios antílopes que conocí en Kruger, entre ellos el Kudu y el Waterbuck.
- Especies de aves por montones, las más increíbles las águilas.
En resumen, una experiencia inolvidable y única que espero algún día repetir. El campamento se llama móvil porque máximo pasamos dos noches en el mismo lugar. Los guías son personas abiertas y apasionadas por su trabajo, de quienes se puede aprender mucho (es importante tener un buen nivel de inglés o incluir un traductor).
Definitivamente la vida salvaje es un patrimonio, no de cada país, sino de la humanidad entera. Es una lástima que en nuestro país “la conquista” y “el desarrollo” hayan destruido casi completamente muchas especies. Aún nos queda el Amazonas y parte de la selva del pacífico, luego de vivir esta experiencia me siento más comprometida a conocer y buscar proteger estos recursos.
El último día cruzamos la frontera con Zambia y visitamos las Cataratas Victoria: 108 m de alto y 1.7 km de longitud. La fuerza del agua hace que se forme mucho spray en la caída, por lo que (almenos en esta época) no se ven completamente todo el tiempo y uno sale totalmente bañado.
Intentamos cruzar a Zimbawe con una visa por un día, pero no nos pernitieron ingresar porque los colombianos debemos pedir la visa con anticipación. Dos aprendizajes nos quedaron de esto: 1. Dada nuestra nacionalidad es mejor no arriesgarse y tramitar las visas con anticipación. 2. El oficial nos dijo que no podía hacer nada porque era sábado, probablemente es mejor cruzar las fronteras durante semana que haya quien tenga autoridad para resolver los problemas. El cruce entre ambos países consiste en cruzar un puente sobre la garganta del río, de 130 m de alto. El puente en sí es una maravilla de la ingeniería y la arquitectura y el lugar de un salto de bungie que en su momento fue el más alto del mundo. Aunque no pudimos ver las cataratas del lado de Zimbawe, nos quedamos un par de horas en el puente (hay un café en el lado de Zambia) viendo a las personas saltar y leyendo la historia del puente y del tren que lo cruza.
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Perro que ladra sí muerde, nuestro primer día en Bangkok « Malaquita
12 agosto, 2011[…] pero tal vez ya han leído cómo he sobrepasado otros temores en este viaje: dormir en medio de los parques naturales de Botswana con las hienas recorriendo nuestro campamento sin ninguna cerca que nos protegiera, subir las […]