De paso por Amsterdam

• Holanda
• 21 abril, 2014
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Amsterdam, 22 de febrero al 2 de marzo de 2014

A finales de febrero de 2014 tuve que asistir a un viaje de trabajo a la ciudad de Amsterdam y por supuesto, nuestra sangre de viajeros, nos animó a que aprovecháramos esta gran oportunidad para que Alex se uniera y pudiéramos disfrutar unos días en la ciudad.

Hace tan solo unos meses cuando regresábamos de un viaje a África, habíamos hecho escala en el aeropuerto de Amsterdam, Schiphol, uno de los mejores en los que hemos estado, y estando tan cerca de las maravillas de esta ciudad, nos habíamos preguntado con un poco de arrepentimiento, cómo era que no habíamos planeado quedarnos unos días allí. Y bueno, acá estábamos… ahora se presentaba una coincidencia más para conocerla que definitivamente no podíamos aprovechar.

Viajamos en vuelos separados y en tiempos separados. Yo el viernes 21 de febrero desde la Ciudad de México y Alex el domingo 23 desde Bogotá.  Decidimos, como buenos viajeros que somos, buscar una lugar a pocos minutos del centro de la ciudad en airbnb. El cuarto que Alma y Tal ofrecían desde €60 por noche nos pareció bien [haciendo clic en este enlace puedes obtener $20 de crédito en airbnb].

Viajar por Amsterdam es muy fácil, pues todo está conectado por trenes, buses y tranvías. Esta ciudad de tan solo unas 800 mil personas tiene la infraestructura moderna que cualquier gran capital del mundo desarrollado puede tener. Al finalizar la tarde del sábado, pude llegar fácilmente a nuestra habitación de airbnb y dedicar la noche a caminar por el lugar donde, a tan solo un par de kilómetros queda el parque más grande de la ciudad, el Vondelpark. Hacía mucho frío para mi acostumbrado cuerpo tropical, pero eso no fue impedimento para caminar hasta el final del parque y encontrarme una de las zonas más turísticas de la ciudad donde comí las tradicionales costillas BBQ que por €10 te dan el derecho de comer lo que quieras.

El domingo en la mañana decidí ir a explorar el centro de la ciudad, famoso por el distrito de las luces rojas, los coffee shops de marihuana y su antigua arquitectura. Primero invertí un par de horas en el museo de Amsterdam para así entrar un poco en el tono de la ciudad. En éste museo, los holandeses se muestran orgullosos de haber sido siempre una sociedad de mente abierta en la que eran más importantes los negocios que cualquier otra cosa. Los Países Bajos (mejor conocido como Holanda) fue uno de los primeros países en aceptar el matrimonio homosexual y el consumo libre de la dosis personal de marihuana.

La ciudad de Amsterdam se construyó a partir del dique (dam) sobre el río Amstel, de ahí su nombre. Como muchas ciudades costeras, comenzó siendo una población de pescadores pero con los años, gracias a su posición geográfica y natural interés en los negocios de sus pobladores, hacia el siglo XVII, Amsterdam era una de las ciudades más ricas del mundo. De hecho en esa época nació la Compañía Holandesa de las Indias Orientales o VOC que dominaba el comercio hacia Norteamérica, África, India, Brasil e Indonesia. La VOC llegó a ser en su época la compañía más grande del mundo. Aprendí que esta empresa con su inmensa grandeza sirvió como brazo armado en muchas ocasiones para que Holanda se hiciera a sus colonias en especial en Indonesia que por supuesto ayudaron con riquezas minerales y miles de esclavos a la prosperidad de la ciudad. La colonia es en definitiva una sombra negra, oscura y putrefacta de la cual muchas naciones europeas no podrán alejarse. En parte gracias a ellas es que este continente luce la posición privilegiada que tiene ahora en la economía mundial.

Entre guerras e invasiones (por Francia y luego por Alemania en la segunda guerra mundial), Holanda y en especial Amsterdam supo hacer uso de su ADN comerciante y de negocios para convertirse en una metrópoli llena de cultura y como paso obligado de viajeros con la apertura del aeropuerto de Schiphol que se convertiría años más tarde en el principal aeropuerto entre Europa y Asia.

Luego de visitar el museo, quise recorrer un poco las calles y encontrarme con el barrio Jordaan, un lugar lleno de cafés, coffee shops y museos. Tenía en mis manos una guía que me recomendaba las principales atracciones, pero al darme cuenta de que parecía más una guía para obligarme a comprar, desistí de usarla y me dediqué simplemente a la contemplación. Las cantidad de personas en bicicleta (el medio de transporte preferido por lo holandeses) apuradas para llegar a sus destinos contrastaba con cientos de turistas de todas las nacionalidades que como yo recorrían el centro de la ciudad.

Entre calle y calle, llegué al “Red Light District”  famoso por el negocio del sexo. En Amsterdam este es un negocio como cualquiera en el que es común que las prostitutas se exhiban semidesnudas a sus potenciales clientes en vitrinas. Solo basta una seña para que una de ellas te abra la puerta y tape la vitrina con una cortina negra. Cada ventana tiene una sirena roja que al ser activada alarma a su cuidador para que este ingrese a la habitación para evitar cualquier tipo de violencia. En este lugar abundan los sex shops y los coffee shops. Y si estás por ahí desprevenido, es fácil que te ofrezcan otro tipo de drogas ilegales como la cocaína. Como un niño curioso, me dejé llevar por los callejones y sorprenderme con la gran diversidad que puede crear la mente humana con la fuerza del sexo en su cabeza.

Aún faltaban muchas cosas por conocer como el Museo de van Gogh y La Casa de Anna Frank y sobretodo faltaba que aún llegara Alex para compartir con ella estas maravillas. Ese será otro día y otra historia.

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