El Abuelo Fred
Tomábamos un buen desayuno cargado de salchica, huevo y tocino, mientras esperábamos nuestro transporte al Cráter del Ngorongoro, Lake Manyara y Tarangire National Park.
Habíamos pasado una noche estéril, sin sueños ni pesadillas en un hostal del centro de la ciudad de Arusha, el Arusha Centre Inn. La guía Lonely Planet lo había recomendado por ser limpio, pero yo a duras penas había podido conciliar el sueño entre las cobijas de capote, caldo de cultivo para mi alergia, y algunas pequeñas cucarachas que se paseaban altaneras por las paredes del cuarto.
A las 8 y 30 de la mañana en punto, Marty, la persona de la compañía Skys Ways Expeditions con la que habíamos cerrado el negocio, se presentó en la puerta del restaurante diciendo, “are you ready guys for Safari?” “Yessss”, dijimos a duras penas terminando de saborear el café instantáneo africano al que ya nos hemos acostumbrado. Casi inmediatamente, embarcamos una Van de los años 80. El que sería nuestro carro de Safari por los siguientes 3 días y entre otras aventuras nos guiaría hacia el famoso, único e inigualable Cráter del Ngorongoro. Entre el polvo, unas sillas con una alfombra desteñida por los años de uso y un vidrio frontal rajado y vuelto a pegar con una cinta de aislar, sale una cálida voz, “Hello, my name is Fred”. Al instante Marty se despide y nos deja en compañía de una pareja de franceses, Érika y Anthony y, por supuesto, de Fred.
Durante el primer día, viajamos cerca de 140 kilómetros hacia el parque Tarangire, un lugar fantástico para ver elefentes, pues es el punto del mundo con mayor concentración de ellos por kilómetro cuadrado. Una vez allí, pudimos verlos por todos lados y en todo su esplendor. Ya habíamos visto muchos en Chobe, Okavango y Kruger, pero la naturaleza en su sabiduría siempre nos sorprende con cosas únicas y diferentes. Apreciar los elefantes es una experiencia reconfortante. Su grandeza y su parsimonia te dejan estupefacto. Siempre en grupos, protegiendo con ímpetu a los más pequeños y arrasando con todo lo que encuentran a su paso, estos grandes mamíferos junto con el león, el rinoceronte, el leopardo y el búfalo, ostentan el título de los “Big Five”, por ser los cinco animales más peligrosos de cazar en el continente. En Tarangire nos encontramos con otras gratas sorpresas como muchas, pero muchas zebras, algunos leones, varias manadas de ñus y montones de jirafas. Como si fuera poco, vimos muchos avestruces, los cuales no veíamos desde Kruger y los Dik Dik, un pequeño antílope que no habíamos visto anteriormente y que es uno de los platos preferidos de las Cheetas.
Varias horas después, llegamos a una pequeña villa en las afueras del lago Manyara y allí, en medio de la nada y con una cena a la luz de un par de linternas, supimos quie realmente era Fred. Fred, de tez negra, nos dijo en un inglés bastane básico, ‘I am old”, cuando le preguntamos si tenía hijos. Esas fueron sus únicas palabras de esa noche, pero luego de ese instante, pude ver lo que para mí había estado oculto durante todo el día. Su vejez apenas se mostraba con unas pequeñas canas en su pelo corto, pero al caminar su cuerpo se encorbaba, cansado de estar erguido por tantos años. Hacia nosotros, Fred que no tenía muchas palabras para decirnos, siempre nos regalaba una amplia sonrisa blanca como la sal. Sin embargo, en medio de una cena con pollo, arroz y vegetales cocinados, pude ver a Fred mirando su plato de comida con ojos tristes, absorto en sus pensamientos, como quien recuerda o añora un tiempo pasado colmado de aventuras. En su aspecto pude sentir una voz que pedía a gritos un receso. Fred, el abuelo, necesitaba un descanso, no de una noche, ni de unos días. Necesitaba un descanso para el resto de su vida.
A la mañana siguiente, muy temprano, Fred manejó unas dos horas para llevarnos al Cráter del Ngorongoro. Esta formación se dió a lo largo de miles de años por el moviento de la placas tectónicas que conforman el Valle del Rift y la erupción continua de la una lava incandesente que tras enfriarse formó un terreno fértil para la vida animal. No es una sorpresa que muy cerca de allí, alrededor el Cráter entre el camino que une al Ngorongoro y al Serengeti, se encuentra un lugar llamado El Cañón de Olduvai (Olduvai Gorge), que dos millones de años atrás sirvió como cuna del Homo Habilis, nuestros antepasados más lejanos. El exterior del cráter, la ladera de la montaña, está compuesto por una selva húmeda tropical, mientras que el interior tiene suficientes áreas para la permanencia constante de una gran variedad de animales. Una amplia sabana seca como el desierto, lugar ideal para los antílopes y depredadores. Un pequeño bosque para la permanencia de micos, elefantes y mucha agua manifestándose en un gran lago en el centro del cráter con muchas quebradas alrededor, condiciones ideales para hipopótamos y rinocerontes y en general para todos los animales. Lo que hace especial este lugar es que estas condiciones se mantienen durante todo el año y por lo tanto los animales no tienen la necesidad de migrar hacia otros territorios en busca de agua. Una vez comenzamos a descender por el cráter, este no se hizo esperar para mostrarnos sus maravillas. Desde lo alto podíamos distinguir grandes manchas conformadas por cientos, tal vez miles de zebras y ñus.
Una vez dentro, nos dimos cuenta del microhábitat que existe en este lugar. Impalas, gacelas, ñus, zebras, elefantes, águilas, buitres, avestruces, micos, baduinos, todos paseándose a sus anchas disfrutando de una interminable fuente de comida y agua. No tuvimos que recorrer mucho para ver una increíble familia de 10 leones tomando el sol en la rivera de lo que tienpo atrás fue un gran río. Disfrutando de su siesta matutina, estos grandes felinos apenas advirtieron nuestra presencia. A la vuelta, pudimos ver un grupo de 30 buitres agasajados en un banquete conformado por un cuerpo de un ñú en descomposición, mientras cinco chacales de espalda negra esperaban en el horizonte su turno para comer. Y, tan solo unos kilómetros más adelante, apreciamos un rinoceronte blanco que, haciendo uso de su naturaleza, tomaba el sol en medio de una manada de ñus. Así transcurrieron las horas del día, maravillados por una cosa allí y otra más allá, mientras Fred, que apenas modulaba una que otra frase, sólo se detenía cuando se lo pedíamos, pues sus ojos tristes y cansados apenas podían distinguir un animal de otro. Nosotros, acostumbrados a los guías que tuvimos en Botswana, quienes nos mostraban animales constantemente, muchos de ellos invisibles a nuestros ojos, tuvimos que valernos de nuestra pobre experiencia para ubicarlos y de un viejo libro de Fred, para identificarlos. Fred, con frecuencia nombraba uno que otro pájaro o antílope para que luego nosotros constatáramos en la guía que se trataba de una especie completamente diferente. Al final del día el cráter se despidió dejando ver un par de hienas que, apuradas por la puesta del sol, se disponían a buscar su presa, su carroña.
Una vez de regreso a la villa, pudimos averiguar que Fred tenía 4 hijos, dos mujeres y dos hombres, tres de ellos viviendo en la tormentosa ciudad de Dar Es Salaam y uno, la mujer mayor viviendo en Londres haciendo un PHD en cirugía. Que sorpresa la que nos dió Fred al decirnos que había estado en Londres. Pude imaginármelo paseandose por las calles con sus mocacines de cuero color habano y su chaqueta de tela café oscuro. Fred, que vivía 12 horas diarias sentado en un destartalado 4×4 y que decenas de años atrás había sido rescatista en el Kilimanjaro, era un sobreviviente en un país con una expectativa de vida de tan sólo 45 años, sacando a su familia adelante a punta de un trabajo duro y constante que seguramente lo acompañará hasta el día de su muerte.
Muy temprano como de costumbre, y tras pasar una pésima noche entre unos bulliciosos españoles y unos borrachos campistas haciendo de las suyas apenas a sólo unos metros de nuestra habitación, salimos hacia el Manyara Lake. Esta lugar se encuentra en medio del Valle del Rift, famoso por ver nacer a los mejores maratonistas del mundo, los Kenyanos y Etíopes. En medio de una extensa sabana, se forma un gran lago rodeado por una húmeda selva tropical. Este lugar, aunque pequeño, es el hogar de un considerable número de hipopótamos, elefantes, monos y jirafas. Nosotros ya un poco exhaustos de haber visto estos grandes animales en innumerables ocasiones, nos dedicamos, por primera vez en serio, al avistamiento de pájaros o “Bird watching”. Fred un poco sorprendido se detenía cuando le alcanzábamosba gritar “Stop”, sólo para ver un pequeño colibrí, canario, tórtola o cuanto animal volador se presentaba a nuestro paso. Fue así como encontré, un poco tarde, un placer inimaginable en esta actividad. Con nuestros binoculares distinguíamos colores, formas y especímenes que luego, como si fuésemos grandes científicos tratábamos de identificar en el libro de Fred. Con frecuencia, Alex y yo entablábamos discusiones acerca de lo que veíamos: este es nuevo, este lo vimos en Chobe, este no sabemos si es una garza o un ganzo. Así, ante nuestros ojos maravillados con tantos colores, pudimos identificar especies nunca antes vistas en los Safaris anteriores como el Crowned Hornbill, Yellow-necked Spurfowl, Superb Starling, Slivery-Cheeked Hornbill, Red and Yellow Barbed, Ruppell’s Griffon Vulture, Lappet-Faced Vulture y otros tantos que no supimos identificar. Nombres de los cuales, debido a nuestra ignorancia, no encontramos las adecuadas traducciones al español. Al finalizar la mañana, emprendimos el camino de regreso a Arusha, nuestro punto de partida hacia el Kilimanjaro. Fred nos llevó a la oficina, un pequeño cuarto situado en medio de un restaurante de baja categoría, y una vez allí nos pidió que escribiéramos una reseña de nuestro viaje, cosa que hicimos encantados, sin mencionar que Fred, el abuelo, dista mucho de lo que es el tradicinal “ranger”, aventurero, conocedor del terreno y experto en la vida animal.
Así culminó nuestra experiencia de Safari en Tanzania. Esta tierra que vió nacer a nuestros antepasados y que es famosa por el Serengeti y el Kilimanjaro, ha dejado una huella en nuestras vidas. Sus ciudades cargadas de gente, pobreza y desorden, contrastan con la exhuberante belleza de un paisaje tropical mezclado con la característica sabana africana. Aquí, pudimos conocer la cultura Maasai, que pese a estar algo contaminada con los vicios capitalistas del mundo moderno, aún conserva sus tradicionales vestidos y peinados y sobretodo, su forma de vida en pequeñas villas desérticas en las que deben caminar muchos kilómetros diarios para dar de beber a su ganado. Tanzania nos ha dejado también la imagen del abuelo Fred que encarna la realidad de la mayoría de los ancianos en Colombia que desprotegidos de toda ayuda deben procurar alimento y bienestar a sus familias hasta el último de sus días. Gracias Tanzania por mostrarnos otro mundo, gracias Fred por hacernos salir, aunque sea por un instante, de esa pequeña burbuja de cristal en la que vivimos.
David P.
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andres jaramillo t
10 julio, 2011UFFFFF!!!! David gracias!!! me siento como si estuviera de viaje tambien… solo que cambie los elefantes por tractomulas. jajaja
que sigan teniendo muchos exitos y satisfacciones en el viaje.
chao
andres
malaquita
17 julio, 2011Andrés,
Que bueno saber de vos aunque sea por este comentario. Me alegra que te hayan gustado las aventuras que hemos vivido. Te mando un abrazo,
David P.
Mónica
10 julio, 2011Hermoso!!! Me conmoví con el abuelo Fred…
malaquita
17 julio, 2011Moni,
Gracias por estar siempre pendientes de nosotros. Un abrazo. David P.
Ana María Congote
11 julio, 2011Hellow… que kuka de viaje el que se están dando, me antojaron mucho mas de hacer un Safari, que experiencia, lo paisajes, la cultura, que nota, un abrazo y sigan pasando rico
malaquita
17 julio, 2011Hola Ana,
Gracias por el mensaje y por seguirnos. Si algún día te animas a hacer un Safari, con gusto te ayudaremos seleccionando la mejor opción. Un abrazo.
David P.
Juliana
11 julio, 2011… y las esculturas? si las compraron????
malaquita
17 julio, 2011Nada, son tan caras que me sale mejor que Camilo me venda las de él por las cuantiosas sumas de dinero que le he ofrecido. De Tanzania no nos podremos llevar estas artesanías, pero si muchos recuerdos. Un beso. David P.
Juliana
18 julio, 2011jajajaja
Stella Posada
12 julio, 2011Hola David y Alex Gracias por esos escritos tan bonitos, estoy viajando con ustedes , son muy descriptivos. Me puse muy feliz de que recordaras Isla Fuerte Saludos de estos viejos tios
malaquita
17 julio, 2011Tía. Ya vez. Isla Fuerte me dejó marcado para toda la vida. Te confieso que siempre que voy a una playa o a bucear a algún lado, inconciente, busco aunque sea algo remotamente parecido al Centro de Buseo Mazatlán en Isla Fuerte, pero para mi decepción, nunca lo encuentro. Hace algunos años volví a reencontrarlo, pero no era ni la sombra del lugar que había quedado grabado en mi mente. Gracias por dejar esa huella imborrable en mi vida. David P.
nellycar
15 julio, 2011súper como describes cada momento hace sentir como si uno estuviera ahi, disfruta mucho de esta experiencia que es única y siguenos manteniendo informados jeje.
malaquita
17 julio, 2011Gracias Nelly por estar pendiente. Un abrazo. David P.
patrick
22 julio, 2011me encanta como escribennnnn, que chimba de viajeeee!!!
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