La playa de las maravillas
Isla Española, noviembre 5 de 2014
El día comenzó temprano como de costumbre. El ruido del motor nos había arrullado toda la noche para llevarnos, a una velocidad de 9 nudos por hora (10 millas por hora aproximadamente), de la isla Floreana a Punta Suárez en La Isla Española.
Haríamos una pequeña caminata alrededor del acantilado para observar la vida animal del lugar. Al llegar allí, nuestra primera gran sorpresa fue ver a las famosas iguanas de Galápagos. Aquellos seres prehistóricos que han sumado fama a este lugar. Aprendimos que estas iguanas, antes verdes y carnívoras, supieron adaptarse al ecosistema cambiando a hábitos vegetarianos y mutando a un color negro rojizo, mucho más acorde con el color de las rocas volcánicas.
No terminábamos el desembarco del pequeño bote que nos condujo a la playa cuando alrededor de las formaciones rocosas que reciben las olas del mar, conocimos el “Kinder Garden”, atestado de grandes lobas marinas que con sus crías cuidan de ellas en un lugar resguardado de los tiburones.
A pocos metros de la playa, tomamos un camino que nos guió por todo el acantilado para poder disfrutar de la gran variedad de aves. Piqueros patas azules y Nazca abundaban en el recorrido, sin miedo alguno a los humanos que como intrusos nos adentrábamos en su hogar. Luego vinieron los pájaros tropicales y el comedor de ostras con su hermoso pico rojo.
Al final de la sección, aparecieron los grandes albatros que, un poco más pequeños que aquellos que habíamos visto en Nueva Zelandia, se apoderan del lugar para cuidar a sus crías. Estaban por montones, unos pescando y otros simplemente esperando pacientemente su bocado del día, compuesto principalmente por una grasa de Calamar que la madre sabiamente cocina en su estómago.
Mientras caminábamos por aquel trecho rocoso, entre Iguanas, Lagartijas de Lava, Piqueros Nasca y Patas Azules y Albatroces, pudimos ver al Gavilán observando el horizonte. El rey de la cadena alimenticia, inspeccionado su territorio. Toda la vida junta allí se mostró sin el más mínimo rencor y temor a sus visitantes. ¡Cuánta belleza podía brindarnos este pequeño pedazo de tierra!
Regresamos por un camino alterno que dando la vuelta nos permitió ver nuevas especies de lagartos y otras tantas iguanas y pájaros. Así es pues como este lugar toma el apodo que he decidido darle: La playa de las maravillas. No por sus fríos vientos, cielo gris, acantilados y riscos impenetrables sino porque allí, una vez más en este pequeño sitio del mundo conocido como las Islas Galápagos, la vida se muestra inmune, libre y en todo su esplendor como nunca antes lo había visto.
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