Berat y Gjirokastra, tras las huellas de los otomanos
12 al 16 de junio de 2023 (días 30 al 33 del viaje 2023).
Berat
Tomamos un autobús desde Tirana hacia Berat (2 horas y media) a donde llegamos en medio de una fuerte lluvia. Después de tomar un taxi apresuradamente en la estación nos dirigimos hacia nuestro alojamiento, Vila Merkaj donde para nuestra sorpresa en el patio trasero ¡había un búnker! allí nos recibió la propietaria quien era extremadamente amable y nos hizo sentir muy bienvenidos.
Esperamos a que escampara un poco para ir a buscar algo de comer. El centro de la ciudad tiene una calle principal, peatonal, en la que a un lado hay un gran parque y al otro una gran cantidad de restaurantes y cafés. La ciudad se veía completamente deshabitada. Decidimos probar la comida local en Zgara Zaloshnja, un lugar en el que encontramos una buena opción.
Berat es llamada la ciudad de las mil ventanas porque gran parte de sus edificaciones se encuentran en un par de colinas separadas por un río y desde la parte baja se ven pequeños parches negros que le dan un aire bastante interesante.
La principal atracción local es el barrio Kalaja (o simplemente Kala) donde hay vestigios de una muralla, un castillo y algunas otras edificaciones de la época otomana, así como iglesias y templos más recientes. Algo que nos llamó la atención es que en las iglesias las mujeres deben usar falda (no permiten el ingreso con pantalón inclusive si es largo), pero tienen algunas telas que prestan con el fin de facilitar la visita.
El lugar es pequeño y en su gran mayoría solo de acceso peatonal, estrechas calles empedradas suben y bajan sin una estructura lineal, haciendo que sea fácil perder la noción de orientación. La lluvia nos sorprendió de nuevo y después de refugiarnos debajo de un árbol emprendimos el camino para comer en el restaurante Antigone, al otro lado del río.
En Berat también se conservan algunas mezquitas y hay un barrio con construcciones musulmanas.
Gjirokastra
Después de un par de noches, nos dirigimos hacia Gjirokastra, hay un bus (más bien una minivan) que sale a las 8 de la mañana y llega tres horas después, la estación de buses está en las afueras de la ciudad, por lo que es necesario tomar un taxi (5€). Estas dos ciudades recibieron la denominación de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco de manera conjunta por la preservación de su arquitectura otomana.
Lo primero que nos llamó la atención fue encontrar que los techos eran construidos en lajas de piedra, perfectamente organizadas y equilibradas para soportar el peso de la estructura y brindar protección a los hogares, por este motivo, se le conoce como la ciudad de los mil techos. Sus constructores desarrollaron una técnica tan precisa, que los otomanos los fueron llevando a otras ciudades para que aplicaran sus conocimientos y experiencia. También hay presencia del estilo veneciano gracias a la influencia italiana de finales del siglo XX.
Además de recorrer el pueblo antiguo, es posible visitar algunas casas de la aristocracia que todavía se conserva en pie. Estuvimos en la que pertenecía a la familia Zekate, construida alrededor de 1811 donde nos impresionaron las gruesas paredes, los espacios amplios y la división entre las habitaciones de invierno y verano.
La principal atracción de la ciudad es el castillo, que se eleva en la parte alta de la ciudad. Allí encontramos un par de museos, el más interesante de ellos sobre la historia de la ciudad y otro con una muestra de artillería que no tenía muchas explicaciones. En el castillo pudimos visitar también algunas habitaciones que en su momento fueron usadas como prisión. Desde sus jardines, tuvimos una bonita vista de la ciudad, que está construida en la ladera de la montaña, no en el valle, algo que nos pareció inusual, pero que aprendimos se debe a que la parte baja se inundaba durante la temporada de lluvias.
Y hablando de lluvias, tuvimos una tarde con tanta lluvia en la que nos mojamos por completo y buscamos refugio en una barbería donde David aprovechó para motilarse.