El Apartheid y la paz en Colombia

En Sudáfrica estuvimos en el museo del Apartheid y pese al poco tiempo que pudimos dedicarle (unas dos horas y media), quedamos bien impresionados con esta dura e irracional guerra de razas vivida por casi 50 años en Sur de este continente.

Los primeros colonos en llegar a Ciudad del Cabo (Cape Town) a eso del siglo XVII, eran holandeses, pero fueron los ingleses quienes a principios de 1900 empezaron a pensar en separar los negros de los blancos. Durante estos años, se descubrieron grandes minas de oro en el lugar donde hoy se asienta la ciudad de Johanesburgo y de ahí el interés de los colonos en estas tierras que en un momento representaron el 25% de la producción de oro del planeta. Movidos por este interés y por un sentimiento de superioridad inimaginable, los señores ingleses decidieron regular la posesión de tierras asignando cerca del 92% del territorio para los blancos, que representaban sólo el 5% de la población, dejando la menor y peor parte para los negros. Esta política conocida como Segregación trajo por supuesto muchos enfrentamientos y llevó a la población negra a vivir acinada y en las peores condiciones de pobreza, pues aunque los ingleses se habían encargado de abolir la esclavitud, explotaban a los locales que se veían obligados a trabajar en las minas bajo condiciones inhumanas.

¿Pueden imaginarse cuánto dolor el de esta gente? Dolor que compartimos como Latinos que, sometidos, acribillados, masacrados y tortutados por más de 300 años por burdos y bastardos españoles, llevamos una mancha de nacimiento, una cicatriz, un llanto de una cultura extinta.

Como “evolución” a la política de Segregación, en el año de 1948 nace el Apartheid, palabra alemana que significa estar a parte. Esta nueva política se encarga de una manera cínica de regular el comportamiento social de los negros, blancos y otras personas de color con artículos que el día de hoy suenan impensables pero que dentro de la cabeza pequeña de los ingleses tenían una lógica perfecta. Fue así como producto de esta ley que se establecieron lugares para negros y blancos (baños, restaurantes, transporte público, escuelas, etc), se prohibieron las relaciones interraciales y por supuesto, el derecho a votar y ser elegido. Se consideraban blancos sólo los blancos europeos. El resto de las personas sufrían de una discriminación sin límites.

En medio de este movimiento, nace un gran pesonaje: Nelson Rolihlahla Mandela. Hijo de un jefe tribal Xhosa y quien luego de haberse graduado como abogado y de haber intentado vivir como tal, decide tomar participación activa en la política de su país.  Visto por europeos como guerrillero, Mandela nunca empuñó ni promovió el uso de las armas, sólo con su palabra, en favor de movimientos pacíficos, defendió y luchó por el derecho a la igualdad, la vida armoniosa entre blancos y negros, la abolición del Apartheid. Como consecuencia de esto Mandela fue silenciado por los ingleses al ser condenado a cadena perpetua y a vivir en una cárcel bajo las más duras condiciones. Allí, en una pequeña celda en una isla al occidente de Ciudad del Cabo, Mandela sólo tenía derecho a recibir una visita al año y a escribir una carta de 500 caracteres cada dos meses. Mandela no fue el único preso político, allí estuvo en compañía de otros, pero sí fue el que de alguna forma representó la voz de millones de personas. Fueron 27 años de sufrimiento, de aislamiento, de silencio. Sin embargo, su voz estuvo en la mente de todos los sudafricanos negros buscando un grito de libertad.

Sólo fue hasta el año 1990 como conseciencia de la presión internacional y de muchos años de masacres civiles por parte del ejército blanco Sudafricano que un hombre, FW de Klerk, en ese entonces Primer Ministro de Sudáfrica, se atrevió a pensar y a actuar diferente. En un acto de total valentía, prometió a Mandela y a otros presos políticos su liberación si estos se comprometían a estar en contra de una lucha armada. Así el 11 de febrero de 1990, tras 27 años de encierro, Mandela fue liberado y durante los siguientes dos años el Apartheid fue removido y Mandela elegido por votación popular, el primer Presidente negro de Sudáfrica. Durante estos dos años de transición la violencia en el país se recrudeció y como respuesta, se estableció una comisión de la verdad y la reconciliación, mediante la cual las personas podián se absueltas de sus crímenes a cambio de una confesión.

Es muy dignificante escuchar las palabras de Mandela que, luego de haber sido privado de todo por unos opresores blancos, sólo contienen mensajes de paz, de reconciliación, de perdón. Y en esa ocasión, no se equivocó la academia al otorgar a Mandela y a De Klerk el premio nobel de paz en el año 1993.

Hoy Sudáfrica es un país que aún tiene muchos problemas sociales. Inseguridad, pobreza, Sida, corrupción, con una herida tan grande que apenas está comenzando a sanar. En ciudad del Cabo, cuando pasábamos por una zona verde que antes era la casa de miles de africanos antes de ser desplazados por la segregación, alguien me decía: todavía el gobierno no sabe como devolver esas tierras. “Es que es muy difícil solucionar en tan sólo 20 años los problemas de 100. Sudáfrica apenas se está recuperando y falta mucho por hacer”.

En los pasillos del museo del Apartheid reflexioné mucho sobre nuestra situación como país. Dolido, pobre, desplazado, sin oportunidades, en guerra. ¿Quién será nuestro Mandela? No veo en nuestros líderes políticos alguien con ese mensaje de reconciliación. Unos con un gran mensaje de guerra (La U), otros preocupados por sacar adelante sus fracasados partidos políticos (Conservador, Liberal, Verde) y otros tan corruptos que ni me atrevo a mencionar. Nuestro Mandela tendrá que ser alguien bien especial. Alguien tan brillante que supere a los educados en Harvard y en el London Business School con un título de una Universidad pública del país. Alguien que haya padecido los horrores de la guerra, el desplazamiento y la pobreza. Alguien de la tierra de nuestra hermosa Colombia, campesina, no de nuestras patéticas ciudades llenas de miseria. Y ante todo, alguien con la valentía de asumir como suyos los errores de todos. ¿Ustedes lo ven por ahí?

David P

Una reflexión al ingresar al Museo del Apartheid
Una reflexión al ingresar al Museo del Apartheid

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  1. Responder

    Juan Posada

    Bro, me llegaste al alma, me transporté leyendolo. Lo bueno es que personas como vos hacen mejor este país… un abrazo

    1. Responder

      malaquita

      Juan. Que bueno que te gustó. La verdad fue muy impresionante lo que sucedió en Sudáfrica. Que sifrmiento tan grande. Hoy es un país que está a las puertas del desarrollo. Un gran abrazo. David P

    2. Responder

      malaquita

      Gracias Juan por el comentario. Me alegra que te hayas tranaportado. Un abrazo. David P.

  2. Responder

    Beatriz Palacino

    DAVI, EN TU MURO DE FACEBOOK TE PUSE EL LINK DE UN GRUPO DE INVESTIGACIÓN MUY INTERENSANTE, LUEGO TENDRE QUE ACAPARLOS POR HORAS O QUIZAS DIAS PARA COMPARTIR CUANDO VUELVAN LO QUE SIGNIFICA SER UN VIAJERO APASIONADO. UN ABRAZO Y MUCHOS RECUERDO A MI ALEX QUERIDA. BEA

    1. Responder

      malaquita

      Gracias Beatrix. Compartiremos todo lo que podamos. Llevamos solo un mes y ya tenemos miles de historias. Un abrazo. David P.

  3. Responder

    Yesi Paola P L

    Muy interesante tu opinión….Tengo una exposición para el 17 de mayo/13 sobre este tema…Me gustaría que me colaboraras con artículos e información sobre el Apartheid y el racismo. Gracias

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