China, realidad y mito
Partimos para Beijing la capital de la República Popular China un tanto nostálgicos por haber dejado las hermosas tierras del sudeste asiático con sus inimaginables paraísos naturales, su exquisita comida y sobretodo la calidad humana de su extraordinaria gente.
Habíamos invertido los dos últimos días en la capital de Tailandia en dibujar un itinerario bastante ambicioso (leer post Una etapa menos, una aventura más) ya que nos planteamos el reto de recorrer el país de este a oeste por tierra en una travésía de más de 4.000 kilómetros. Cuando comenzamos a estudiar la guía de viaje fuimos conscientes por primera vez de lo grande del territorio de esta nación y de que por lo tanto nuestras escasas cuatro semanas en este país sólo alcanzarán para una pequeña degustación de su magnificencia.
Nuestro viaje a China estuvo inspirado por un amigo a quien admiro profundamente: Camilo Vélez. Antes de que los grandes viajes aparecieran en mi mente, este valiente personaje luego de haber obtenido su título de ingeniero de producción y cuando todos sólo pensábamos en iniciar lo más rápido posible nuestra carrera profesional, dejó su empresa para emprender un largo viaje en solitario por esta nación. Sus historias de viaje me han cautivado por años y en parte gracias a ellas es que nos hemos aventurado en esta travesía.
Por otro lado, China siempre ha estado marcado por mitos occidentales que de vez cuando, en medio de los pasajes más bellos de Tailandia, nos hicieron palidecer un poco. Se dice que es sucia, que la comida es imposible, que la gente es poco amable y que en general es un lugar un poco más difícil de disfrutar. Pensamos que los cuatro meses recorridos nos ayudarían de alguna forma a enfrentar cualquier tipo de situaciones. Antes de partir, nuestra mente ya estaba abierta, dispuesta como una jarra vacía a recibir un poco del líquido de la cultura China.
Tomamos un vuelo desde Bangkok el 14 de septiembre y ese mismo día, al atardecer, llegamos a un hostal en el centro de la ciudad que orgullosamente tiene el título de ser el octavo mejor hostal del mundo en Trip Advisor. Para llegar a él, tomamos el metro que nos sorprendió por su modernidad y limpieza, con máquinas automáticas dispensadoras de tiquetes, tableros electrónicos de última generación y una amplia red de líneas por toda la ciudad. Al salir de la estación, nuestra vista se engalanó con una de las puertas de la Ciudad Imperial o como se le conoce popularmente, la Ciudad Prohibida. Waw, todo parecía indicar que los 35 dólares por noche que íbamos a pagar en el 360 Inn iban a estar bien recompensados por su privilegiada posición geográfica.
El primero de nuestros días en la capital lo pasamos en el Templo del Cielo, un lugar famoso que inclusive tiene un edificación que es usada como uno de los símbolos de este país en el exterior. Este lugar era usado por los emperadores para adorar al cielo con el fin de que los dioses los favorecieran con temporadas de buenas cosechas. El Templo consta de múltiples edificaciones todas ellas un tanto similares y mal preservadas. Habíamos alquilado un audio guía que nos narraba el significado de cada uno de los templos al mismo tiempo que observamos con poca emoción sus interiores colmados de adornos antiguos y un tanto polvorientos. Días atrás había escuchado una crónica de Diana Uribe acerca de la historia de China en la que decía que los grandes monumentos de este país no se encontraban en sus templos y edificaciones antiguas sino más bien en los elementos que componen su compleja cultura. Pues bien, tan sólo necesitamos de una día para constatar esta aguda frase. Pese al aburrimiento que me causó ver decenas de templos todos parecidos, encontré una maravilla cuya belleza hizo palidecer inmediatamente a la de las edificaciones del lugar. Se trataba de un bosque de más de 3.000 cipreces en la que algunos de ellos podían tener una edad de más de ochocientos años. Sólo había visto cipreces en pinturas y fotografías y por lo tanto quedé totalmente anodadado con su belleza centenaria. Allí pude constatar que algo que le ha tomado a la naturaleza cientos de años en elaborar difícilmente podía ser superado por la mejor de las construcciones humanas. Felices y alejados de la masa de turistas dedicamos gran parte de la tarde a explorar y fotografiar las intrincadas formas de estos hermosos árboles.
Ese mismo día visitamos el complejo de los olímpicos y allí sí disfrutamos del bello estadio Nido de Pájaro y el Cubo de Agua. Le tomó a China un poco más de cinco años construirlos en medio de una apasionado movimieno nacionalista que hizo que muchos ciudadanos se volcaran a hacer cuantiosas donaciones para terminarlos. En los juegos olímpicos de Beijing 2008, China le demostró al mundo que no sólo es un país de mano de obra barata que danza al lado de una vida agrícola milenaria. No, China con la autenticidad que la caracteriza, dejó ver un país que pese a tener una corta historia industrial se podía poner a la par de los países más modernos del planeta. A partir de los años concuenta tras el fallecimiento de Mao Zedong y la terminación de la Revolución Cultural que sumió China por diez años en su propia edad media, este país comenzó un proceso de industrialización nunca antes visto y que lo ha llevado en la actualidad a ser una de las grandes potencias y próximo país llamado a tener la hegemonía mundial hoy disfrutada por Estado Unidos.
Al día siguiente visitamos el Palacio Imperial o como se le conoce popularmente, La Ciudad Prohibida. Está ciudad era el lugar de residencia de varios emperadores de las últimas dos dinastías, Ming y Qing. En sus épocas de esplendor fue la casa de la famosa y polémica emperatriz viuda, Cixi, y del célebre Puyi, último emperador que recibió el trono a tan sólo la edad de tres años. En la ciudad vivían junto con los emperadores, sus esposas, algunos familiares, algunos miembros de las cortes y cientos de sirvientes y eunucos. El título de Ciudad Prohibida se debe a que a pesar de su extensión, la gente común no podía entrar en ella. La ciudad comienza su declive cuando el 13 de febrero de 1912, el general Yuan Shikai se toma el país y le quita todos los poderes al joven emperador dejándolo vivir en la ciudad por unos años hasta que es expulsado de él definitivamente a los 12, dejando así por siempre de ser la residencia de los emperadores.
En la mañana siguiente cogimos un bus a una ciudad cercana y de allí un taxi a la entrada de uno de los tramos de la muralla China, un destino obligatorio si se viene por estas tierras. Habíamos decidido visitar este tramo de la muralla ubicado a dos horas de Beijing, pues nos dijeron que estaba muy bien conservada y que por estar un poco más alejada del tramo de la capital era mucho menos congestionada. Una vez allí, pudimos constatar la belleza de esta construcción ubicada sobre el filo de una escarpada y rocosa cadena montañosa. Para ascender a ella se podía coger un telesférico o llegar a través de un camino de escaleras. Alex y yo, decididos a no interrumpir nuestro entrenamiento de los días anteriores alrededor del edificio de arte, emprendimos el camino de escaleras a paso rápido e inclusive trotando en algunos tramos. Sólo tardamos 13 minutos en completarlo, pero cuando creíamos que todo había terminado, pudimos por primera vez apreciar los cientos de escalones que nos quedaban para recorrer la muralla durante el resto del día. Felices, en una de las torres, nos dimos un abrazo en celebración por haber llegado a un lugar que muchos años atrás, desde nuestro noviazgo, nos habíamos prometido conocer.
Es reconfortante vivir estos momentos y constatar de que es posible lograr lo que uno se propone. Acto seguido vislumbramos uno de los extremos más lejanos en el horizonte y nos dispusimos a paso muy rápido llegar a él. No fue fácil, nos tomó cerca de tres horas y media ir y regresar a través de literalmente miles de escalones. Poco a poco íbamos dejando atrás a los grupos de turistas hasta llegar a un punto en el que nos encontrábamos prácticamente solos, pues al parecer la mayoría decidía emprender el camino de regreso unos cuantos cientos de escalones atrás. Descendimos de la misma forma en que ascendimos pese a que por una módica suma se podía disfrutar de un paseo en tobogán que concluía en la entrada del parque. Alex aceptó mi sugerencia de bajar al trote con el fin de acostumbrar las piernas al largo descenso de 1.600 metros que nos espera en el camino del Annapurna en Nepal. Estábamos exhaustos por todo el esfuerzo realizado. Hasta llegamos a pensar que íbamos a amanecer muertos al día siguiente. Sin embargo, no fue así. Nuestras piernas respondieron bien y la única cosa que no soportó el agitado día fueron mis sandalias Keen de 100 dólares compradas en Nueva York hace tan sólo dos meses y cuyas costuras se dejaron vencer por el impacto producido por mis pies al chocar con los miles de peldaños y escalones. Ya las cosas no las hacen como antes. Días más adelante, en Pingyao, encargué a una zapatería que me las remendara y con gracia pude ver como mis sandalias renacían en el mismo lugar que las había visto nacer, China.
Nuestro paso por Beijing concluyó con la visita al Palacio de Verano. Este lugar nos gustó bastante ya que a diferencia de los otros está erigido alrededor de un gran lago artificial y en medio de unos bellos jardines y montañas. Este Palacio era el lugar donde algunos emperadores pasaban el verano, y en especial la famosa y célebre emperatriz viuda quién no sólo lo usó en algunos momentos como residencia por largos meses sino que, mientras el imperio sufría múltiples guerras e invasiones, ella dedicó millonarios recursos a reformarlo y agrandarlo.
A tan sólo unos días de haber comenzado nuestro paso por China, nos hemos podido dar cuenta de algunas realidades y que en relación con el título de este post, listo a continuación:
- China no es sucia: esto no puede ser algo generalizado. Las ciudades, como las nuestras, tienen partes limpias y bien cuidadas y otras partes sucias.
- En China se puede comer normalmente: si bien hay una gran variedad gastronómica, la gran mayoría de Chinos come los tradicionales Nudles. Muy cerca de nuestro hotel había un mercado famoso por sus delicias. Se venden toda cantidad de insectos para comer y otras cosas bien extrañas (ver este post que un par de amigos escribieron sobre este lugar). Sin embargo, sólo nos bastó con ir a un lugar en el que hace mercado la clase media, Carrefour, para constatar que los productos que allí se venden son bastante similares a los nuestros.
- En China se fuma mucho: las compañías tabacaleras deben sentirse muy a gusto de tener varios cientos de millones de Chinos para consumir su producto. Lo malo de esto es que pese a que en muchos lugares está prohibido fumar, como el metro, los trenes y los buses, es común que la gente no respete esto y por lo tanto se termina uno fumando una gran cantidad de cigarrillos como cuando viajamos en bus de Pingyao a Luoyang.
- Los chinos escupen: esto es muy curioso, pues antes de escupir hacen un estrepitoso ruido para sacar lo que tienen adentro y luego lo liberan en cualquier parte. Al parecer ellos han encontrado más cómodo sacar afuera lo que nosotros en occidente nos tragamos. Es tal la situación que el gobierno Chino hizo una campaña de no escupir previa a los juegos olímpicos. En algunas partes como por ejemplo en los trenes, hay mensajes de prohibido escupir y en otras partes donde está permitido hay dispuestas una vasijas con agua o simplemente canecas para que la gente saque lo suyo. Muchos las usan, otros simplemente lo hacen en el piso. Al principio era molesto, pero al cabo de unos días ya nos habíamos acostumbrado al sonido de estas horripilantes abluciones.
- Gente, digamos que menos amable: al chino parece importarle poco el turista. Su cultura es tan auténtica y son tan autosuficientes que no parece que necesitaran cosas del exterior. En las filas de venta de tiquetes es común que alguien lo empuje a uno y se le meta adelante, en el metro se sienten muchos pisones y en las calles parece que los carros hicieran un verdadero esfuerzo para arrollarte. Por otro lado, son demasiado bullosos. Es a veces molesto escuchar el nivel de decibeles que le imprimen a una conversación telefónica y en muchas ocasiones, cuando hablan, parecen que estuvieran peleando. Jajaja. Confuccio debe estar retorciéndose en su tumba al ver el comportamiento de sus descendientes en la sociedad. Yo contemplo con gracia y simplemente le digo a Alex cada rato: jaja, estos chinos están majaretas!!! (el que haya leído Asterix y Obelix entenderá esto). Sin embargo, y hay que decirlo y resaltarlo, hemos encontrado gente que nos ha ayudado mucho como aquella chica en Xian que bajo la lluvia sacó su paraguas y nos guió por un par de cuadras a la entrada del teatro de ópera de la ciudad o la señora taxista que en la entrada al muralla China, se bajó de su carro y nos guió por entre la filas de toures turísticos hasta la ventanilla de venta de tiquetes.
- Lo más difícil es el idioma: esto sí que es un problema para los turistas, pues la gran mayoría de la gente sólo habla mandarín y no conoce nuestro alfabeto. Así, al turista, se le hace muy difícil comprar un tiquete de bus o de tren y en general establecer cualquier tipo de comunicación con los locales. En lugares menos turísticos o más frecuentados por turistas chinos, hemos sentido un aislamiento total y algo parecido a lo que deben sentir los analfabetas. Para comprar por ejemplo un tiquete de bus o coger un taxi tenemos que haber previamente encontrado una persona que hable inglés para que nos escriba en mandarín la frase que necesitamos comunicar: por favor véndame dos tiquetes de bus a Taiyuan. Ahora sabemos que los pictogramas chinos y a diferencia de lo que afirma la historiadora Diana Uribe, no representan conceptos sino sílabas. En la escritura china no existe la representación de los sonidos como en nuestro alfabeto, sino que cada símbolo representa un conjunto de sonidos monosílabos como por ejemplo el sonido Ping o Yuan. Esto por supuesto ha derivado en una gran compleja colección de más de 50.000 símbolos, pero en general la gente maneja entre 2.000 y 6.000 de ellos. Años atrás, el gobierno chino vio las ventajas de nuestro alfabeto y quizo implementarlo. Sin embargo, esta nueva forma de escritura conocida como Pinjin tuvo poca acogida entre la población y pronto esta se vio usando de nuevo sus legendarios pictogramas.
- Es muy raro ver a un bebé o a un niño con pañales: en vez de pañales los niños y bebés tienen un pantalón con un hueco en la ingle por donde su cola y genitales quedan al descubierto. Así la madre puede ponerlos fácilmente en cualquier lugar, como por ejemplo una caneca, para que hagan sus necesidades. Una vez están mas grandecitos, estos chicos aprenden a agacharse para en cualquier parte salir del problema. Esto para nosotros los occidentales sí que es algo raro. Desde otro punto de vista, se puede decir que al menos China no contamina el planeta con pañales. Esto no significa que no sean junto con los yankees los reyes de la contaminación, pero de eso hablaré en otro post.
En fin, puede verse que estos chicos son diferentes, raros. O… Tal vez nosotros seamos los raros sí tenemos en cuenta que por cada colombiano que hay en este mundo, hay aproximadamente 31 chinos y que sólo ellos representan el 21% de la población de este planeta.
Saludos,
David P
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Mónica
18 octubre, 2011Qué buena compilación! Tanto por decir de esta experiencia!! China te cachetea con una ráfaga cultural de cosas diferentes a las nuestras. He aprendido y reafirmado dos cosas en este viaje: evitar rotular a un pueblo entero y evitar calificar de bueno o malo lo que simplemente ES diferente. También si algo he visto con más claridad son mis propios límites; cuáles son esos límites? No lo sé por qué cada vez que me veía al borde, avanzaba otro poquito. Todo esto para decirles que en China me enfrenté con varios límites, con los de mis escrúpulos. Nunca pude acostumbrarme al sonido de los escupitajos, me parece asqueroso y atenta contra la salud (En Hong Kong, que no parece China, hay avisos en el metro que primero multan al que escupe y segundo advierten sobre los gérmenes que se arrojan al ambiete); lo que hice fue hacer un esfuerzo consciente para modular mis emociones jajaja. Con el tamaño que tiene la población, creo que son los mayores depredadores del mundo!! Llegar al mercado donde vendían los insectos para comer, fue muy impactante para mí, no sabía que existía tal cosa y ver cómo se comían sin escrúpulos de ningún tipo esos pobres animales e insectos, algunos de ellos aún medio vivos, fue impresionante. China no es sucia, después de pasar por India, no hay nada que se le compare. Como ustedes saben soy muy olfativa, y los olores que percibí me sacaron más de una arruga en la nariz, me olían como a ajo, como a un condimento solo de ellos; calculo que también les debemos oler horrible (dicen que les olemos a leche). Al igual que ustedes, siempre encontramos gente muy amable, dispuesta a ayudarnos. En fin, estas son algunas de los recuerdos que me llegan al leer este post. China es un destino que hay que visitar, no solo para conocerla sino para reconocernos a nosotros mismos a partir de tantas diferencias.