El desierto del Namib
Sesriem, Sossusvlei [Namibia] septiembre 15 y 16 de septiembre de 2013
Uno de los lugares que más despertó nuestro interés cuando empezamos a investigar sobre Namibia fue el parque Namib-Naukluft: la reserva natural más grande de África, con más de 2,000 km de longitud y unos 200 km de ancho en su parte más amplia. Se considera adicionalmente el desierto más antiguo del mundo, con aproximadamente 80 millones de años.
Llegamos a la zona de camping de Sesriem, allí registramos nuestra entrada, nos asignaron un lugar y pagamos el ingreso al parque: 80 dólares namibianos por adulto y 10 por vehículo (al día). De inmediato nos dirigimos a la duna Elim, ubicada a pocos kilómetros del campamento con el fin de ver desde allí el atardecer. La subida a la duna nos pareció más complicada de lo que esperábamos, en algunas ocasiones cuando la arena estaba blanda y la pendiente era pronunciada, cada paso que dábamos estaba lleno de dificultad. Luego de 45 minutos llegamos a la cima, donde nos quedamos un rato para ver el atardecer llenar con sus hermosos tonos rojizos las superficies de las dunas a nuestro alrededor.
Al día siguiente nos levantamos a las 5:30 am con el fin de ver el amanecer en las dunas. Debido a que nuestro campamento estaba dentro de parque, podíamos ingresar una hora antes que los demás. Manejamos hasta la duna 45, una de las más famosas, ubicada a 45 km de la entrada y subimos su ladera para sorprendernos de nuevo con los hermosos colores de la luz sobre las dunas. Luego desayunamos en la carretera y seguimos hacia Sossusvlei por 15 km más. En el camino pudimos ver algunas avestruces, imponentes aves de color gris las hembras y negro los machos. También nos cruzamos por momentos con Oryx, el animal insignia de Namibia, un hermoso antílope con la cara blanca y negra y cuernos que llegan a medir más de 1m de longitud.
La carretera desde Sesriem es pavimentada casi todo el recorrido pero los últimos 5 km sólo se pueden hacer en un vehículo 4×4 y pronto vimos por qué: conducir sobre las dunas no es nada fácil y antes del primer kilómetro ya habíamos encontrado un carro atascado en la arena, afortunadamente nosotros no tuvimos inconvenientes y salimos triunfantes de la ruta.
En Sossusvlei hay un gran parqueadero y algunos baños. Lo demás es un desierto que se muestra infinito, naranja, misterioso pero muy cercano. Nuestro propósito fue subir la duna que nos pareció más alta (Big Daddy con 387m de altura), sin embargo pronto vimos como las distancias son engañadoras ya que el solo hecho de llegar a la base nos tomó cerca de media hora. En este primer recorrido nos sorprendió cómo la vida se abre paso aún en las condiciones más extremas: pequeños arbustos e inclusive grandes árboles poblaban el valle de ingreso a la duna cuyo suelo daba testimonio del agua que en las grandes épocas de lluvia (la última en el 2006) logra inundar por algunos días lo que es uno de los lugares más áridos de planeta.
A medida que subíamos la duna nos sorprendía aún más la inmensidad del lugar. Después de conquistar la primera cima se abrió ante nosotros una especie de cráter blanco: evidencia de un lago (posiblemente temporal) que había ocupado ese lugar. Cuando llegamos al punto más alto, el desierto se mostró en todo su esplendor: cobre, naranja, inclusive rosa. Luego de descansar por algunos minutos, empezamos el descenso: una carrera en bajada saltando sobre las dunas.
En la base de la duna encontramos un paisaje único: Deadvlei, algunos árboles suspendidos en el tiempo emergiendo de un valle completamente blanco. Simplemente, sin palabras.
Regresamos al campamento sobre la 1 de la tarde, bajo un calor que parecía derretirnos. Luego de arreglar una de las llantas, un delicioso almuerzo (coordinado como siempre por Cloti, nuestra experta gourmet del viaje), siesta, piscina, ducha y un par de cervezas, salimos sobre las 5 de la tarde a visitar el cañón de Sesriem, ubicado a unos 5 km del campamento.
El cañón tiene una longitud de un kilómetro y una profundidad de 30 metros en su parte más alta. Fue formado por un importante río entre 15 y 18 millones de años y por el movimiento de placas tectónicas en el continente. Recorrer el cañón fue un paseo muy placentero, al finalizar la tarde estaba fresco y nos dirigimos hacia el este donde aún hoy hay un pozo de agua permanente. Mientras recorríamos el lugar, podíamos imaginar a los habitantes del desierto de otras épocas, llegando a este sitio para refrescarse o pasar la noche, hoy en día es el hogar de miles de pájaros y otros pequeños animales. Algo que me llamó mucho la atención del cañón es que las paredes no son labradas como en la mayoría de los cañones, pareciera más bien la acumulación de sedimentos en diferentes capas.
Salí del cañón con una sensación renovada, sintiendo una vez más morir el día con la satisfacción de seguir recorriendo el mundo.
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