La Laguna más venenosa del mundo
Circuito del Sur – Bolivia, 1 de septiembre de 2015
Pasamos una noche cálida en el cuarto compartido del Hostal Polques, a orillas de una hermosa laguna bañada por una fuente de aguas termales. Los 4,500 metros de altura hacían que todos nuestros movimientos fueran extremadamente lentos y torpes, como si el mundo pasara en cámara lenta. Cuando el reloj marcó las 6:30 de la mañana tomamos un ligero desayuno compuesto por café, pancakes, cereal y fruta para luego continuar con nuestra última parte del recorrido por estos maravillosos parajes.
Lo primero que nos encontramos en el camino fue el Desierto de Dalí. A pesar de que él nunca estuvo acá, las formaciones rocosas evocan sus creaciones deformadas y abstractas.
Media hora más tarde, llegamos a La Laguna Verde situada a orillas del volcán Licancabur (5,916 msnm). Lo especial de este lugar es que contiene un 75% de arsénico, lo que la ha dado el título de ser la laguna más venenosa del mundo. Tan interesante ha sido este lugar para la comunidad científica que durante 5 años la NASA exploró no sólo la laguna verde sino también en pequeño lago situado en la boca del volcán con la finalidad de comprobar si la vida puede, en estas condiciones extremas y similares a las de Marte, subsistir.
Nos acercamos a la frontera con Chile a dejar a tres de nuestros compañeros que se dirigían al desierto de Atacamana. Situado a sólo cuarenta minutos de la frontera, hace de este recorrido por Uyuni una conexión ideal para los viajeros que quieran ingresar a este país. Me sentí tentado a pasar unos días en este lugar del que se dice es el sitio más seco de la tierra, con lluvias cada 30 años, y tiene el cielo más puro para observar el universo.
Ya en el auto, acompañados solo por nuestro conductor ya que Óscar, el guía, se había adelantado con el resto del grupo, seguimos pasando algunas poblaciones todas a medio construir, básicas y con pocos pobladores. En estas tierras áridas, altas y frías, en donde llevar la vida implica una carga superior, los asentamientos humanos lucen como si no pertenecieran a esta mundo. Al llegar a Quetena Chico, un pequeño hálito de vida cubrió nuestro viaje. El Centro de Interpretación Ch’aska, en un magnánime esfuerzo, mostraba la geografía, geología y fauna del lugar. Lo recorrimos entusiasmados con Marcelo, el guía que abrió las puertas a las 12:30 de la tarde y después de haber cerrado, para complacernos. Abandonamos el lugar con un poco de desencanto al notar en el libro de visitas que el último transeúnte había estado allí hace más de tres días.
Así concluyó nuestro viaje por el maravilloso Salar de Uyuni y el Parque Nacional Eduardo Avaroa, un lugar quizás más mágico que el salar mismo y que sin saberlo se nos fue revelado en esta aventura.
Algunas propinas, despedidas y abrazos cerraron, al atardecer, este primer capítulo de nuestro encuentro con este impresionante país lleno de maravillas naturales. ¡Gracias Bolivia!
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