La tierra de nuestros ancestros
Kalahari, 14 de septiembre de 2013
Namibia nos recibió un 13 de septiembre de 2013 en la ciudad de Windhoek en medio de un día seco y soleado bajo el manto de un cielo azul profundo. La capital de este país luce muy distinta a lo que un turista podría imaginarse de una ciudad Africana. Su calles limpias y alineadas de forma perfecta, una arquitectura muy europea y una soledad presente en en ambiente, nos transportaron a un lugar nunca antes imaginado.
Un representante de la compañía NCR (Namibia Car Rental), a quien habíamos contratado las camionetas que nos llevarían de Safari por buena parte del territorio nacional, nos esperaba en la salida internacional del aeropuerto.
Durante el trayecto hacia la ciudad pudimos observar la gran planicie desolada cubierta apenas con algunos arbustos secos que tratan de sobrevivir una vez más el ciclo de sequías que se viven en este territorio desde hace cientos de miles de años. Han pasado 6 meses desde la última lluvia lo que reafirma una vez más porque este país, especialmente en la zona del desierto del Namib, es considerado uno de los más áridos del planeta.
El hostal de paso, Chameleon, nos pudo sorprender aún más. Lejano de los hoteles y hostales de otros países africanos que hemos conocido, no tenía nada que envidiarle a los placenteros dormitorios de mochileros que se encuentran en todo el sudeste asiático. Unas habitaciones bastante limpias, un bar al lado de una piscina y acceso a internet hicieron de nuestro paso por la capital una experiencia muy placentera. En la noche fuimos a cenar a Joe’s con Isabel y Andrés, posiblemente los únicos paisas viviendo en Namibia, quienes nos dieron grandes consejos para el recorrido por venir.
Al día siguiente, luego de habernos aprovisionado con suficiente combustible, comida y agua para los siguientes 4 días, nos dirigimos hacia las lejanas tierras del desierto del Kalahari. Una gran extensión de tierra árida e inhóspita que tiempos atrás fue dominada con gran maestría por los San (más comúnmente conocidos como Bosquimanos) de quienes se dicen representaron la tribu más antigua desde la aparición del Homo Sapiens hace poco más de 150 mil años.
En mi interior estos antiguos ancestros siempre me han causado una gran fascinación. Sabía que eran personas cazadoras, nómadas y con una estructura social bastante simple en la que la familia era el centro de todo y la ausencia de jerarquías, roles específicos y clases sociales era la constante. También sabía que no los íbamos a encontrar en su forma original en el lugar a donde nos dirigíamos, pero muy adentro de mi albergaba la esperanza de entenderlos un poco más si estaba en contacto con lo que fueron sus tierras por miles de años.
En medio del camino pudimos comenzar a percibir las inmensidad del desierto. Para mí, que por primera vez apreciaba este ecosistema, todos los sucesos se convirtieron en una revelación. La arena infinita, un sol incandescente acompañado de un viento helado y la presencia apenas visible de algunos antílopes, comenzaron a hacerme entender por qué los bosquimanos han sido siempre admirados por sus conocimientos y técnicas de supervivencia extremas.
Cuatro horas al volante bastaron para alcanzar Bagatelle, nuestro primer Lodge de esta travesía. Fue sorprendente para todos ver como la recepción del lugar contaba con todo tipo de accesorios occidentales como una tienda de artesanías, un gran restaurante y una zona al aire libre con jardín y piscina, literalmente, el más elegante oasis que jamás hubiera podido imaginarme. Acá, el hombre occidental con el uso de la tecnología que le permite extraer agua y generar energía solar, ha sabido sobreponerse a la voracidad de los elementos para llevar una forma de vida moderna que poco a poco se consume nuestro planeta como lo hace el peor de los virus pero que acá apenas logra diferenciarse en medio de un paisaje infinito.
Ocupamos uno de los sitios de camping del lugar, equipado con un baño extremadamente limpio, agua potable y un pequeño recipiente para encender una hoguera. El final del día nos tomó en una pequeña duna apreciando la inmensidad del desierto sobre un telón naranja apenas adornado con algunos antílopes. Los atardeceres africanos famosos en otras tierras, son algo que definitivamente nunca dejarán de sorprenderme.
Al caer la noche, disfrutamos del que sería el primero de muchos braai (palabra común en estas tierras para referirse a un asado) de este viaje con unas buenas costillas, piñas y vegetales cocinados, todo bajo la coordinación de Cloti.
Muy temprano en la mañana, decidimos visitar una demostración de lo que sería una tribu de bosquimanos, una atracción que los locales venden a los turistas a un costo de US$ 25 por persona. Fue así como con la salida del sol nos reunimos con tres hombres San y un traductor. Ellos semidesnudos en medio del frío aire de la mañana mientras nosotros nos cubríamos con nuestros polares.
Durante la caminata de hora y media, los bosquimanos nos compartieron secretos de su forma de vida en estas áridas tierras. Al final del camino llegamos a una tribu en donde compartían varios hombres, mujeres y niños al lado de un hoguera. Fue impactante conocer de cerca su forma de vida que a pesar de ser muy precaria, les permitió de una forma bastante eficiente sobrevivir por miles de años.
Aprendí que en Namibia quedan sólo 25 mil San esparcidos principalmente en el norte del país donde las condiciones de vida son aún más inhóspitas que las del Kalahari. De ellos, sólo quedan 2.000 viviendo en la forma original, es decir, como nómadas cazadores. El resto, se encuentra confinado en granjas, tiene prohibido cazar y deben depender del ganado para subsistir. Ya inmersos en una forma de vida occidental en la que existe el dinero y la dependencia de artículos y víveres inaccesibles, las condiciones de extrema pobreza obligan a algunos a migrar hacia las ciudades a hacer lo que hacemos la mayoría de las personas, pero que para su cultura es totalmente ajeno: trabajar. Estando Namibia entre los 10 países más desiguales del planeta, las bonitas ciudades no son más que fortines de blancos que viven a expensas de negros que, hacinados en suburbios, trabajan de sol a sol para mantener el nivel de vida de personas cuyos ancestros comparten una historia criminal que les arrebató sus tierras y recursos naturales y que sistemáticamente aniquiló su forma de vida. Un fenómeno que vemos todos los días en nuestros hogares latinos y que se repite a gran escala entre países desarrollados y los mal llamados países en vía de desarrollo.
La forma de vida pacífica, su ausencia de clases, su estructura social simple fue aprovechada por los colonos europeos quienes no tuvieron ni siquiera que luchar contra ellos. Los San fueron apartados, olvidados y más recientemente encerrados en su propia tierra y dependen de la ayuda que les pueda brindar el gobierno.
Nuestro viaje por este lejano país apenas comenzaba y desde ya me dejaba profundas reflexiones y aprendizajes. Namibia, sería sin duda, un lugar para nunca olvidar.
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