En el norte de la tierra media
[Nueva Zelandia, Isla del Norte – 1 al 7 de noviembre de 2011]La primera vez que supe algo de este país fue en Argentina. Viajaba en un bus desde Buenos Aires hacia Bariloche leyendo un libro de montañismo que me contó la historia de un gran escalador, el mejor de todos los tiempos que había arriesgado su vida y contra todos los pronósticos había conquistado en 1953 y en compañía del sherpa Tenzing Norgay la cima más alta del mundo. Esa fue la primera vez que un ser humano se paró en sobre los 8.848 msnm del Qomolangma o como se le conoce comúnmente, del monte Everest. Ese escalador, llamado Edmund Hillary era de un país para mí entonces desconocido, Nueva Zelandia. Leyendo las páginas de ese libro me pregunté qué de especial podría tener este país para haber dado a luz a quien se dice ha sido uno de los más brillantes montañistas.
Unos años más tarde, Alex me regaló un libro que describía lo que el autor consideraba los mejores treks del mundo. El Milford Track, en la isla sur de Nueva Zelandia, era uno de ellos y su belleza era tal que de nuevo tuve interés en este país situado en la zona austral del océano Pacífico.
Luego un personaje se hizo famoso por que fue capaz de cautivar la imaginación de millones de personas con sus creaciones. Un Neo Zelandes llamado Peter Jackson escogió su país natal como escenario para grandes producciones cinematográficas cargadas siempre de ficción pero con una fuerte dosis de paradisiacos paisajes naturales. El señor de los anillos y King Kong despertaron de nuevo mi interés en visitar este lugar. En mi mente me parecía increíble que existiera lugar que representara a la perfección la fantasiosa Tierra Media descrita en los libros de Tolkien. Un lugar con bosques, desiertos, lagos, glaciares y en donde las montañas nevadas se juntan con el mar. Un lugar ficticio creado en la imaginación de este escritor en el que conviven los Hombres, los Enanos y los Elfos en compañía de las oscuras fuerzas de Sauron y su ejército de Orcos. El lugar de la comarca con sus particulares Hobbits. Con mi insaciable búsqueda de parajes naturales, mi imaginación creció hasta tal punto que Nueva Zelandia se convirtió en uno de los principales destinos de nuestro viaje. Este sería el país donde más tiempo estaríamos y muchas cosas de nuestro equipaje, como la carpa, los grandes sleeping bags, los colchones de acampar, los utensilios de cocina el fogón de gas, las cargamos por cinco largos meses para usarlas en este país.
Llegamos a Auckland, una de las ciudades principales, el primero de noviembre de 2011. Julie, nuestra amiga neo zelandesa y que habíamos conocido en un safari en Botswana, nos esperaba en el aeropuerto con los brazos abiertos. Julie y sus esposo Iain, muy amablemente nos habían ofrecido quedarnos en su casa situada a tan sólo 30 minutos de Auckland. El día lluvioso y con bastante viento era como una advertencia que nos decía que el clima en esta zona del mundo no era nada fácil.
Ese primer día, la pasamos en compañía de Julie recorriendo los alrededores. Visitamos algunas pequeñas poblaciones y fuimos a la playa que a pesar del día nublado, frío y lluvioso, nos ofreció los primeros paisajes de este gran lugar. Lo que más nos impresionó fue la forma en la que viven nuestros amigos. Su casa queda en una zona rural llena de paisajes verdes, jardines y bellas colinas. Tienen suficiente terreno para albergar a tres grandes caballos parecidos a los de la policía montada de Colombia. Para Jullie, quien compite en equitación, es ideal poderlos tener siempre en su hogar para así propiciarles los mejores cuidados. Iain, esposo de Jullie, trabaja en una veterinaria, sólo a diez minutos de distancia. Para mis adentros pensaba cuan lejos estaba esta vida de la nuestra en medio de la agitada Bogotá. Sería aquella la vida ideal para mi? Cómo podría balancear lo que me gusta de mi trabajo con una vida en el campo? Desde ya Nueva Zelandia nos dejaba sus primeros cuestionamientos.
Al día siguiente, visitamos la ciudad de Auckland para lo cual cogimos un ferry cerca a la casa de Julie que nos dejó en un puerto justo en el centro de la ciudad. Nuestra primera impresión fue la de una ciudad muy tranquila. Con 1.3 millones de habitantes, está llena de parques y jardines, Auckland nos mostró por primera vez que las ciudades pueden ser verdes y que también gracias al clima impredecible y húmedo que tiene no sólo Auckland sino todo el territorio, Nueva Zelandia es verde por todos los lados. Nos pasamos todo el día caminado por la ciudad hasta el atardecer y terminamos cenando con nuestros amigos en un restaurante de pasta cerca a su casa.
Nuestros planes para los días siguientes eran alquilar un carro y manejar alrededor de algunas ciudades y parques de la isla del norte. Así lo hicimos, y muy temprano en la mañana recoginos el carro y usamos ese día para terminar de recorrer algunos parajes de Auckland. Fuimos al Mount Eden desde el cual pudimos observar la ciudad y visitamos Devonport una bella población en medio de un puerto, que nos regaló unas vistas increíbles del paisaje costero.
El cuatro de noviembre partimos hacia nuestro segundo destino en la isla del norte: Tongariro National Park. Este lugar es famoso porque allí se encuentra una de las nueve grandes y mejores caminatas que se pueden hacer en Nueva Zelandia y que son conocidas como ‘The Great Walks’. Pues bien, aunque está vez no haríamos la caminata completa de cuatro días, nuestro plan era aproximarnos en carro hasta el acceso a su trayecto más popular, el Tongariro Alpine Pass. Esta es una jornada de siete horas y que implica el ascenso a un paso que cruza el volcán Tongariro. Es una caminada riesgosa ya que puede presentar unos vientos muy fuertes, riesgos de avalancha y unas dos o más horas de camino con mucha nieve. Dado esto, nuestro amigo Iain muy amablemente nos había prestado crampones y piolets que seguramente necesitaríamos para el paso. El paisaje para llegar al parque tuvo una increíble belleza. Corroboranos una vez más que aquí el verde está por todos lados y que en todas sus tonalidades. El día estaba claro así que nos permitió observar a lo lejos en gran Tongariro con su cima y faldas cubiertas de nieve. A las 4 y 30 llegamos al parque e ingresamos al Doc (Departamento de Conservación o Departament of Conservation por sus siglas en inglés), la cual es la oficina que tienen todos los parques y en la que proporcionan toda clase de información, desde pronósticos del clima, hasta las posibles caminatas que se pueden hacer.
A esa hora y a esa altura, unos 800 msnm, el clima ya era otra cosa. Llovía, soplaba un fuerte viento y caían unos pequeños copos de nieve. Nosotros estábamos sorprendidos de que pudiera hacer tanto frío a sólo 15 días de que comenzara el verano. Sin embargo, luego aprendimos que por tratarse de una isla relativamente pequeña y estar tan al sur, Nueva Zelandia está muy expuesta a los vientos que provienen de la Antártica. Eso hace que el clima sea bastante impredecible, que pueda cambiar muchas veces en el mismo día, pasando por sol, viento, lluvia y nieve, inclusive en el verano. Acabamos en un capamento del Doc situado a diez kilómetros del parque y que tuvo tan sólo un costo de ocho dólares. Acampar en Nueva Zelandia es muy fácil porque se tienen muchas opciones y además porque los lugares están generalmente ubicados al lado de hermosos paisajes. A parte de tener muchas zonas de campings privadas, conocidas generalmente como ‘Holiday Parks’, se tienen los campamentos del Doc que van desde ser gratis hasta quince dólares por persona dependiendo de las facilidades. En el más básico sólo se tiene una letrina, pasando por los que tienen cocina y baños. En nuestro caso, este campamento estaba ubicado al lado de un río, se encontraba bien protegido del viento y sólo contaba con una letrina y un pequeño refugio sin paredes con un par de lavamanos. Una vez en el campamento, nos enteramos de otra cosa sorprendente y que sería la constante en Nueva Zelandia, y es que dicen que el agua del parque se puede tomar sin necesidad de ser tratada. Luego de recorrer muchos parques naturales alrededor del mundo y de tener que tratar muchos litros de agua con nuestro filtro portátil, nos pareció maravilloso que por lo menos un lugar pudiese afirmar confiablemente que su agua es pura y apta para su consumo. Esa noche armamos la carpa en una fuerte lluvia y con frío tan aterrador que nuestras manos y pies dolían constantemente. La lluvia nos acompañó toda la noche hasta más o menos las siete de la mañana.
Al amanecer, nos dirigimos al lugar para comenzar la caminada del paso. Teníamos que pagar una transporte que nos dejara en el inicio y nos recogiera al otro lado una vez finalizado el recorrido. Este es un negocio común que tienen varios operadores de la región y que cuesta la medio bobada de 35 dólares por persona. Acá, todo es caro. Seleccionamos la primera compañía que vimos la cual nos dijo que el clima estaba terrible ya que la nieve estaba muy abajo de la montaña, desde los 900 msnm, que se esperaban vientos de 40 kilómetros por hora y que la temperatura en el paso estaba alrededor de los 12 grados bajo cero. Dadas estas condiciones, el conductor nos informó que nos llevaría a nosotros y a otros turistas hasta el punto de inicio y que dependiendo del clima, se tomaría la decisión allí si era o no pertinente dejarnos hacer la caminada. Una vez en el lugar, notamos que el clima no mejoraba. Hacía mucho viento, caía nieve y la sensación térmica era bajo cero. El guía nos dijo que el recomendaba hacer una caminada sólo sí: había un viento favorable, no había mucha nieve, había buena visibilidad, se tenia la ropa adecuada y tener un radio o teléfono. Nosotros, ese día, sólo teníamos la ropa. La recomendación del guía era no hacer la caminada pero dependía de cada cual, teniendo en cuenta los factores mencionados, tomar la decisión final. Yo estaba decidido, pero Alex palideció de miedo y se dejó vencer por la inseguridad. De las veinte personas que íbamos en el bus, sólo dos decidieron emprender el camino.
De nuevo en la entrada del parque, decidimos hacer una caminata de seis horas hacia dos lagunas situadas justo en las laderas del gran Tongariro (Tama Lakes). El camino ofrecía menos peligros ya que al no implicar un paso de montaña siempre existía una buena posibilidad de un retorno seguro en caso de que el clima se pusiera muy duro. Las intrucciones que nos dieron las autoridades del parque fueron tan sencillas como “sigan este camino y si sienten que el clima está muy malo, sólo tomen el camino de regreso”. Así, empacamos algunos chocolates, barras energéticas, ropa impermeable y las chaquetas polar y emprendimos el recorrido. El camino estaba bien marcado, ascendía lentamente hacia las lagunas y el clima era inclemente. Llovía, nevaba y hacía viento constantemente. Sin embargo, gracias a nuestras ropas, pudimos disfrutar de una buena caminata que nos presentó un paisaje selvático en sus inicios y otro bastante árido en la montaña. En la parte más alta de la laguna, la temperatura era bajo cero y el viento era tal que parecía como si nos fuera a desprender del piso.
Ese mismo día, al atardecer, nos dirigimos hacia el lago Taupo, el cual es el lago más grande del país. Acampamos en un lugar cerca al lago que nos agradó mucho porque tenía dos bellos pavos reales, unas cuantas llamas y muchos patos. 30 dólares fue el valor que pagamos por el derecho a usar la zona de camping, unos baños y duchas compartidas y las facilidades de la cocina. Dormimos con algo de frío, pero mucho mejor sin el sonido de las gotas de lluvia sobre el cuerpo de nuestra carpa de la noche anterior.
Al día siguiente, fuimos a reccorrer el lago, visitamos el río Waikato con algunas cataratas y una granja de abejas. Aprendimos que estos animales, a través de la polinización, ellas están involucrados en por lo menos el 50% de la comida que se consume en el país y que de la miel se pueden hacer muchos subproductos tales como helado, cosméticos y por supuesto muchos tipos de miel derivados de diferentes hábitats proporcionados a estos insectos.
Adicionalmente, visitamos un parque que se llama Cráteres de la Luna y que permite, por seis dólares por persona observar algunos geysers rebosantes de vapor y pantano hirviendo. Nos enteramos que la tierra de Nueva Zelandia se considera geológicamente jóven y como muestra de ello se encuentra llena de actividad volcánica. Los Cráteres de la Luna son un testimonio de una tierra en proceso de formación.
Al atardecer, nos dirigimos a la ciudad de Rotorua famosa por un gran centro de conservación de animales que por supuesto queríamos visitar. Por 28 dólares pudimos acampar justo en la orilla del lago con una hermosa vista.
Ese mismo día, visitamos el parque Rainbow Springs. Antes de hacerlo, nos aseguramos que no se tratara de un zoológico, pues dentro de nuestro pensamiento animalista, hemos abolido cualquier tipo de visita o soporte a zoológicos, acuarios o cualquier organización que use a los animales para tener algún tipo de lucro. Pues bien, este lugar es bastante especial ya que su principal función es ayudar a la recuperación del Kiwi, una especie de pájaro que está a punto de su extensión por las ratas, stoats (armiños) y gatos traídos por los europeos durante proceso de colonización a estas tierras.
El Kiwi es un animal nocturno razón por la cual, el parque ofrece visitas en la noche en las que se pueden observar algunos especímenes en un ambiente natural, pero controlado. Fue de esta forma como conocimos a este pequeño animal, del cual hasta entonces desconocíamos de su existencia, y que se convertiría luego en un centro de atención para nosotros. Cuando los ingleses llegaron a mediados de 1.800 a estas tierras no sólo trajeron su forma de vida y sus familias. Trajeron también sus animales, entre ellos las obejas y los conejos. Pronto, estos últimos se convirtieron en una plaga para los cultivos, en una tierra ausente de sus depredadores naturales y de hecho ausente de cualquier mamífero. Nueva Zelandia estuvo por miles de años sólo habitado por aves (el unico mamifero fuera del mar eran los murcielagos). Pues bien, los inteligentes ingleses de la época decidieron traer al territorio algunas ratas, gatos y stoats para controlar a los conejos con la mala consecuencia de que estos, en especial los stoats, se convirtieron nos sólo en depredadores de los conejos sino que también de la vida animal nativa. Muchas especies se han extinguido y en la actualidad las autoridades de Nueva Zelandia están haciendo esfuerzos enormes para que especies nativas como los pingüinos, las Keas y en especial los Kiwis, los que más han sufrido, sobrevivan.
En muchos parques naturales se están llevando procesos de caza de stoats, pero lo que hace este parque, Rainbow Springs, bastante especial es que traen a los huevos, los incubany los cuidan por seis meses hasta que tienen el suficiente tamaño para ser reintroducidos a la vida salvaje. Esto aumenta su probabilidad de vida de un 5% a un 75%. El proceso es bastante costoso, pero ha valido la pena para darle más oportunidades de vida a por lo menos mil Kiwis. No obstante, y pese a todos los esfuerzos, la población de estas pequeñas aves aún sigue decreciendo a una preocupante tasa del 5% anual. Volvimos al parque en la mañana siguiente con el fin de conocer el resto de las instalaciones. Un par de horas nos tomó visitar el centro de investigaciones y donde se lleva a cabo el proceso de incubacion y cuidados de los Kiwis, algunos aviarios y unos jardines con una muestra de la flora local. Abandonamos el parque muy felices por haber tenido la oportunidad de visitar este lugar tan especial que ofrece una pequeña esperanza para las especies del planeta. Ojalá el mundo estuviera inundado de iniciativas como esta.
Adicionalmente visitamos un parque donde pudimos ver piscinas de lodo hirviente, este es el video.
Ese mismo día regresamos a Auckland mientras discutíamos los primeros interrogantes que nos comenzaban a surgir en estas tierras. Por qué el proceso de colonización en Nueva Zelandia, aunque en épocas similares, había sido tan diferente al vivido en África? Ante nuestros ojos, está tierra lucía próspera, saludable y feliz, en un fuerte contraste con el drama de miseria humana que habíamos visto tan sólo unos meses atrás en el continente africano. Habíamos visto también otras consecuencias de la inmigración europea, la destrucción del equilibrio de las especies nativas. Hasta cuando el mundo tendria que seguir viviendo con las consecuencias de las barbaries europeas cometidas durante los últimos 500 anos? Desde ya sabíamos que Nueva Zelandia sería para nosotros un mundo apasionante por descubrir. Saludos,
David P
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Ana Isabel
14 diciembre, 2011Queeee impresion de paiiis, pues ese contraste de paisajes! divino! Aunque pues eso también lo vemos acá en sur américa, pero cada país tiene su autenticidad. Bueno los quiero muchoooo a los dos y Alex que buena “camarografa” has sido!
Mónica
24 diciembre, 2011Excelente post! Me encantó porque nosotros dedicamos la mayoría del tiempo a la Isla Sur, y muy poco a la Isla Norte. Decidimos no visitar Auckland, y concentrarnos en los paisaje y todo lo que ofrecía la Isla Sur. Rotorúa nos pareció más prefabricado, con un turismo mucho más comercial, aunque también con su belleza. Nosotros tampoco hicimos el Alpine Cross por las mismas razones que a ustedes les dijeron, realmente, el clima no favorecía para nada y no era conveniente! Qué paisaje tan lindo el del lago superior, qué preciosa caminata! La experiencia de acampar debió ser maravillosa! Definitivamente NZ es increíble y me encantaría volver algún día. Besos!
Amparo Restrepo
4 noviembre, 2012Gracias por compartir esta experiencia tan espectacular, sigan disfrutando y contándonos.
Alexandra, un abrazo de tu compañera Letras.
malaquita
4 noviembre, 2012Hola Amparo, gracias por tu mensaje, te recuerdo con mucho cariño así como a todas esas hermosas tertulias rodeadas de textos que compartimos.
Este viaje fue hace un año, pero ando en plan de revivirlo y honrarlo cada día. Ahora emprendemos una nueva aventura, nos vamos a vivir a México donde eres desde ya muy bienvenida. Un abrazo,
Alex