Recorrido por el Valle de Alay en Kirguistán

16 al 22 de septiembre de 2023

Por años en mi mente habían pasado imágenes de lugares remotos con estepas inmensas y montañas inalcanzables en medio de caravanas que, llenas de mercancías, viajaban entre Japón y Roma.

Fue mucho antes de Marco Polo que la llamada Ruta de la Seda se convirtió en un pasaje de comercio que unía a una floreciente Europa con pueblos del lejano oriente cargados de conocimiento y una tela que cautivó a los más altos dignatarios de la antigua Roma, la seda. Así, por siglos, esta ruta fue como una vena que conectaba a ambos mundos y sobre ella se construyeron innumerables mitos de guerreros invencibles que no tenían una casa fija y que como grandes hordas acababan con todo lo que se cruzaba a su paso, usurpándolo, apropiándoselo y aniquilándolo. La ruta que, operó por siglos, no solo trajo comercio, en el año 1338, en las altas planicies del lago Issyk-Kol al norte de Kirguistán, una comunidad cristiana moría de repente al mismo tiempo que entregaba a los mongoles de Khan Jani Beg un arma mucho más poderosa y mortífera que cualquiera de ellos hubiese probado. La Peste Negra viajó por los cuerpos de estos grandes guerreros a lo largo de todo Asia y Europa encargándose de matar a 100 millones de asiáticos y entre el 30 y 60% de la población del viejo continente.

Con estas historias en mi cabeza, hace 5 años visualizamos un recorrido por estos grandes, y para nosotros desconocidos, territorios del Asia. La guerra entre Rusia y Ucrania nos cortó la posibilidad de visitar algunos destinos, pero si que conservamos las cuatro naciones que junto con Irán conformaron el corazón de esta mítica ruta: Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán y Kazajistán.

Llegamos entonces a la ciudad de Osh en el sur de Kirguistán con el firme propósito de explorar el valle de Alay, donde se dice que se puede encontrar la mejor experiencia de hiking en toda la zona. Entramos en contacto con la oficina de CBT (Community Based Tourism) de Osh donde funciona la compañía Visit Alay quienes se especializan en organizar este tipo de recorridos usando recursos de comunidades locales. Por USD 1.280 por dos personas, nos armaron un programa de 8 días de hiking con comidas, acomodación, guía, caballo para las maletas, arriero y transporte en auto donde se era necesario. No es algo económico, pero comparado con los precios de otras agencias, era un 40% inferior.

Osh es una ciudad tranquila que se recorre fácilmente por su principal avenida que lleva a numerosos restaurantes y termina en el bazar municipal. Nos hospedamos en el ABS Guest House, cuyo dueño nos esperó en el aeropuerto a la miserable hora de las 4 de la mañana cuando llegó nuestro vuelo desde Podgorica en Montenegro. Su lugar cuenta con una buena cocina comunal limpia y ordenada en la que bien dormitamos algunas horas antes de recibir nuestra habitación privada.

De manera inmediata salimos a explorar este nuevo país que de forma reiterativa nos comenzó a mostrar el plov y la samsa, un arroz con vegetales y carne y unas emanadas de carne con cebolla, fritas u horneadas. Platillos que luego nos acompañarían a lo largo de todo el recorrido por estos “istanes”.

Osh es la ciudad más antigua de Kirguistán, segunda ciudad en importancia luego de su capital Bishkek. Sin embargo, aunque es segura y ordenada, resalta por su ausencia de brillo. Si que nos sorprendieron los precios del lugar donde una buena habitación doble con baño privado cuesta alrededor de 25 dólares y una excelente comida en el mejor restaurante local, Navat, cerca alrededor de 6 dólares por persona.

Tras un par de días en Osh, nos embarcamos en el viaje hacia las montañas del valle de Alay. En compañía de nuestro guía (Kuba), un arriero (Dustan), un conductor y dos austriacos (Joseph y su hijo Konstantin) nos dirigimos hacia la ciudad de Sary Mogul, donde pasaríamos la noche en un guesthouse antes de adentrarnos en el valle.

Ya en el camino, nos detuvimos por un par de horas para conocer un lago, tener un almuerzo tipo picnic, y hacer una corta caminata en los alrededores. El lugar ya bastante seco por la ausencia de lluvias tras una larga temporada de verano, lucía bastante pálido, pero nos agradó el corto ascenso con el apenas delgado río que nos acompañaba.

Sary Mogul es una villa un tanto básica con algunos guesthouses, un cajero electrónico y una tienda. Brilla más por su alrededor que, ya muy cerca a Tayikistán, cuenta con el pico Lenin, el más alto del sur del país con 7.134 msnm, como un hermoso telón de fondo que adorna su parte meridional.

Tras una noche más bien fría, nuestro conductor nos llevó hacia el punto de partida a unos 20 kilómetros en sentido norte a la villa. En la mañana, conocimos a Ryan y Dave, dos estadounidenses que se unirían a nuestro grupo de forma intermitente. Ryan tiene como pasatiempo la producción de material fílmico, con lo cual querían ir a su propio ritmo, sin guía y acompañados solo por el “horse man”. Días más adelante, ya habríamos conformado entre todos un grupo bastante agradable que pasaba las horas del final de cada tarde en medio de amenas conversaciones.

Día 1:

El camino de este día comenzó de forma inmediata con un ascenso leve que más adelante se convirtió en una pronunciada pendiente hasta el famoso Sary Mogul Pass que, ubicado a 4.306 metros de altura, cruza la montaña para dar cabida al hermoso valle donde se encuentra el primer campamento del viaje.

Justo antes del paso, a lo largo de un valle árido y rocoso, hicimos un picnic donde disfrutamos de unos sándwiches de chorizo (tipo salchichón como lo llaman en Colombia) con mayonesa, frutos secos y deshidratados, algunos chocolates y galletas. Todo a cargo de Kuba y de Dustin, quien con pericia caminaba al paso del caballo y se paraba de cuando en cuando a esperar que nuestro lento caminar le alcanzara.

Tras el paso y las fotos de rigor, con algo de lluvia y nieve, descendimos por cerca de dos horas hacia el campamento de yurts que nos hospedaría durante la noche.

El lugar no nos decepcionó. Contaba con dos grandes yurts , uno de ellos con un horno que sirve las veces de cocina y de calentador. Para nuestra sorpresa, acabando de almorzar y a solo un par de horas de cenar, nos recibieron con la mesa servida con té verde, chocolates, galletas y masa frita con mermelada. Un ritual que se repetiría todos los días con diferentes viandas y modalidades.

Ya al final de la tarde, disfrutamos de dumplings rellenos de vegetales, preparados por la hija de los cuidadores del lugar en la carpa cocina que al mismo tiempo funciona como su lugar para dormir.

La primera noche no fue nada fácil. La manta apoyada sobre el piso que usamos como colchón, el frío de las dos de la madrugada cuando el fuego se extinguió y la sensación de falta de oxígeno a 3.557 msnm nos sacó a todos de nuestras zonas de confort. Sin embargo, sabíamos con confianza que el pasar de los días iría domando poco a poco estas asperezas.

Día 2

Tras un desayuno compuesto por sopa de papa, pan, galletas y mermelada, comenzamos el recorrido de un poco más de 18 kilómetros que nos separaban del siguiente campamento. Sin mayores contratiempos descendimos por 11 kilómetros a la villa Kyzyl Shoro donde almorzamos y tomamos una agradable ducha de agua caliente en uno de los guesthouses del CBT. Ascendimos por un camino algo empolvado y aburrido hasta un pequeño paso de montaña, el Koshmoinok Pass, de unos 3.210 metros y tras un descenso de un par de horas divisamos el campamento de tres yurts en medio de una hermosa meseta verde en el valle Koshmoinok, atravesada por un río y adornada por imponentes picos nevados. Un paisaje que nos pareció alucinante y que permanecerá en mi memoria como uno de los parajes más bellos de este recorrido.

En este caso dormimos con Joseph y Konstantin en un tradicional yurt de lana prensada y travesaños de madera, al que más tarde se unió Ian, un viajero estadounidense que se encontraba haciendo parte de la ruta en sentido contrario. En medio del yurt había un horno tan grande y caliente que al principio de la noche nos tomó trabajo conciliar el sueño. Como es usual, una vez extinguido el fuego, pasada la media noche, el frío bien supo calarse en nuestros huesos. A eso de las dos de la mañana, interrumpí el intento de conciliar el sueño para apreciar el cielo. La vía láctea se mostraba imponente como nunca antes la había apreciado. Fue para mi una experiencia conmovedora.

Día 3

El día fue corto y yo diría que menos impactante que los anteriores. Tras salir del campamento, ascendimos por dos horas hacia un paso de montaña, Sarybell Pass a 3.132 msnm, que surcamos sin mayores dificultades, para comenzar un agradable descenso hasta la villa Kojokelen. Justo al final de la misma y tras unos 10 kilómetros de recorrido, encontramos un guesthouse donde pudimos tener habitación privada, baño caliente y lavandería. Pasados solo tres días del recorrido, mi estómago comenzó a resentirse por la dieta particular de la montaña. Aunque la comida era limpia y bien preparada no dejaba de contar con una gran cantidad de frituras y, junto con Konstantin quien al igual que yo se encontraba algo indispuesto, llegamos a la conclusión que ese era el factor de nuestras molestias. Para lo que quedaba del viaje, deberíamos entonces limitar nuestra ingesta de los alimentos fritos que con abundancia consumen en este territorio.

Día 4

Un poco más tarde que de costumbre comenzamos el ascenso por una carretera. Este fue un día de descanso pues con un recorrido corto de 10 kilómetros y un camino fácil, bien supimos terminar alrededor del medio día. Cuando llegamos al campamento de yurt ya nevaba copiosamente, el clima había empeorado bastante y se esperaban temperaturas por debajo de los cero grados tanto al amanecer como en el paso del día siguiente. La tarde de ese día se me hizo corta. Mientras Álex leía y los otros dormitaban en el campamento, pasé las horas deambulando en medio del frío y hasta bailando con los locales canciones típicas de la región que ellos entonaban a gritos. Al final del día junto con Joseph y Konstantin emprendimos una cruzada para recoger leña. La pila de delgados chamizos que amontonamos al lado de fogón, sirvió hasta la media noche cuando Álex y yo desistimos en medio del sueño y la pereza de salir cada hora de nuestros sleeping bags a seguirlo alimentando. Si no hubiese sido por las dos pesadas mantas que nos facilitaron en el campamento, no hubiéramos pasado una noche relativamente confortable.

Día 5

Comenzamos la siguiente jornada admirando el blanco paisaje que había dejado la nieve derramada durante la noche anterior. Ascendimos hasta el famoso Jiptic Pass a 4.185 msnm a través de una antigua carretera soviética de la cual ya no quedaba mucho más que algunos trozos de chatarra y porciones de camino que habían sido cubiertos por grandes cantidades de roca. El ascenso, como de costumbre, se puso bastante pesado en la parte final, con un zig zag infinito. A lo alto del camino y con algo de envidia, apenas lograba ver a Konstantin y a Joseph, quienes con su excelente estado físico, siempre iban en la delantera. El camino de descenso fue mucho más agradable que el de subida. Adornado con tonalidades verdosas y algunos arbustos, bien nos supo llevar hasta el siguiente campamento. Un bello lugar entrampado en la montaña justo donde el río se abre en una planicie, llamado valle Darbazatash. Tuvimos un yurt privado, muy bien decorado y esta vez con pequeñas camas. Aunque no nevaba, el copioso viento hizo que la tarde y la noche fueran heladas, así que pasamos una buena parte del tiempo en la tienda de la cocina, calentada siempre por el incandescente fogón. Al caer la noche, nuestro guía Kuba hizo que nos organizaran una clase de hacer pan a la forma tradicional. Fue toda una experiencia.

Día 6

La mañana fue extremadamente fría. A pesar de no haber caído mucha nieve, hasta las tuberías que traen el agua del rio se habían congelado. Con este panorama y temiendo que el clima empeorase para el último día, comenzamos el descenso hacia Sary Mogul, la misma villa donde habíamos comenzado hace algunos días para tomar un auto que nos llevaría hasta el Tulpar Kol Lake ubicado al frente del valle Alay sobre la base de las montañas Pamir que marcan la frontera con Tayikistán y donde dormiríamos y haríamos la última caminata de este recorrido. Llegamos entonces al famoso lago que nos sólo es visitado por turistas que hacen este camino, sino también por caminantes que se aventuran de forma independiente a llegar hasta este remoto lugar. En el camino de una hora en auto y unos 24 kilómetros pudimos divisar el gran lago y ya algunos campamentos cerrados como seña de que la temporada estaba ya llegando a su fin. Ya ubicados en el campamento de yurts y con un clima bastante desmejorado, nuestro guía nos comentaba de la posibilidad de abortar el ascenso al Traveller’s Pass dado el peligro que implicaban las condiciones climáticas. Se estimaba una temperatura de 15 grados bajo cero al medio día del punto más alto del paso.

Día 7

Tras una fría noche, despertamos a 6 grados bajo cero, con todo el lugar teñido de blanco y una vista completamente clara hacia las montañas. Apenas las justas condiciones para poder emprender el cambio al Traveller’s Pass que, situado a 4.100 msnm ofrece visitas espectaculares de pico Lenin, el más alto de la región. Comenzamos entonces el ascenso que de forma paulatina se fue poniendo más difícil no solo por la inclinación sino por la cantidad de nieve que había caído la noche anterior. El día estaba frío, pero las vistas de las montañas eran completamente espectaculares. Ya cuando la nieve nos cubría parte de las botas y a solo unos escasos 25 minutos de llegar al paso, Kuba nos anunció que no recomendaba seguir ya que el zig zag que se avecinaba tenía mucha nieve y por lo tanto no era seguro.

Sin embargo, y a pesar de que Alex, Joseph y Konstantin aceptaron la sugerencia de Kuba, los estadounidenses y yo lo convencimos de continuar un poco más e ir evaluando las condiciones más arriba. Así, enterrando las piernas y a veces usando todo el cuerpo para gatear en medio de la nieve, llegamos a la parte más alta del paso. No nos arrepentimos. Pudimos ver más de cerca el extenuante camino de 24 kilómetros y 27 horas que nos separaba de la cima del pico Lenin en medio de gigantes glaciares y pasos cubiertos de nieve.

La jornada terminó unas hora más tarde de lo previsto en el campamento, donde tras almorzar tardíamente nos despedimos de nuestros compañeros para comenzar otro viaje que aunque diferente, sería igual de espectacular, el cruce en auto de las montañas Pamir en Tayikistán.

Recorrido

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