Samarcanda, Uzbekistán – La ciudad de Las mil y una noches
Del 4 al 8 de octubre de 2023
Llegamos a Samarcanda el 4 de octubre de 2023 tras cruzar la frontera con Tayikistán desde la ciudad de Panjakent.
Solo bastaron unos escasos 70 kilómetros que separan a ambas ciudades para percibir un panorama totalmente diferente. En Samarcanda ya nada queda del desorden y suciedad de la empobrecida Panjakent. Sus grandes avenidas, prístinos monumentos tanto antiguos como modernos y la limpieza de todos los espacios públicos formaban un preámbulo que veríamos una y otra vez en nuestro recorrido por Uzbekistán.
En la antigüedad, entre los siglos XIV y XV después de la era común, Samarcanda fue la capital de la dinastía Timur. De herencia turca-mongola, su fundador, Timur, se preocupó no solo por someter a los pueblos vecinos en medio de cruentas batallas, sin también por bañar a su imperio con la mejor arquitectura, ciencia y arte de su tiempo.
Con el paso del tiempo, Samarcanda perdió su poder, sus monumentos fueron destruidos principalmente por el paso de los siglos y olvidados por la población local. Solo fue hasta mediados de la ocupación soviética que algunos arqueólogos se empecinaron en recuperar los monumentos de la nación, logrando en Samarcanda una reconstrucción contemporánea criticada en occidente por no respetar con rigidez los diseños y estructuras originales.
Nuestro primer destino fue por supuesto, la famosa plaza de Registán situada a unos 4 kilómetros de nuestro hotel, Elite Boutique. En la famosa plaza se encuentran tres espectaculares madrazas o escuelas islámicas: la Madraza Ulugh Beg (1417-1420), la Madraza Sher-Dor (1619-1636) y la Madraza Tilya-Kori (1646-1660). A parte de disfrutar su deslumbrante exterior, es interesante visitar las tiendecillas en algunas de ellas y conocer algo de su historia en el museo ubicado en la madraza de Ulugh Beg, nieto de Timur y quien se considera padre de la astronomía moderna inclusive antes que los famosos occidentales Galileo y Copérnico. Más tarde nos enteraríamos de que “Registan” que significa plaza de arena, eran zonas de reunión dispuestas en las ciudades para múltiples propósitos como anuncios reales y ejecuciones públicas. El legado dejado por Timur es de tal importancia que se considera que sus obras son el ejemplo más sobresaliente de la arquitectura islámica, muy por encima de lo que se puede ver inclusive en Irán y Turquía.
Luego visitamos la calle de los mausoleos, conocido como el complejo Shah-i-Zinda, donde se encuentran, entre otras, las tumbas de muchos de los familiares de Timur. Adicionalmente, está la tumba de Kusan, el primo de Mahoma que se encargó de traer la el Islam a esta zona. Es un lugar que bien merece la pena visitar en especial para apreciar el interior de algunos de los mausoleos decorados de forma espectacular por mosaicos de cerámica azul. Cerca a este lugar se encuentra un gran cementerio donde está la tumba de Islam Karimov, el primer presidente que tuvo Uzbekistán tras su independencia, que con un sobrio mausoleo sirve como testimonio del apoyo y aprecio del que gozaba a pesar de su mala fama en occidente.
Al siguiente día visitamos el mausoleo Gur-e-Amir, donde se encuentra la tumba del gran rey Timur. Acorde con los historiadores, Timur murió en el año 1405 durante una campaña militar en China. Aunque la intención inicial era enterrarlo en Shahrizabz, su ciudad natal, un complejo cruce por unas montañas nevadas, obligaron a las tropas a llevarlo a Samarcanda. En este mausoleo también se encuentran la tumbas de sus más cercanos familiares incluida la de Ulugh Beg. La gran piedra de jade que cubre el lugar donde el mandatario está enterrado, se encuentra fracturada por causa de un comerciante que quiso llevarla, sin éxito, a Persia. Otra cara curiosa de la leyenda que ronda toda la vida de este hombre, cuenta que cuando el arqueólogo soviético Mikhail Gerasimov destapó la tumba en el 1941 encontró una inscripción que advertía que quien la abriera, desataría un invasor más terrible que el mismo Timur. Dos días después, Hitler invadió la Unión Soviética dando origen oficial a la segunda guerra mundial.
Ya el último día, visitamos la mezquita Bibi Khanym. Se dice que este es uno de los monumentos más importantes de la ciudad, pues al ser construida por órdenes de Timur para su esposa, goza de todo el esplendor característico de las construcciones de la época. En un tiempo, en una de las frecuentes ausencias del mandatario, el temerario proyecto quedó a cargo de su esposa. A su regreso, Timur totalmente disgustado ordenó modificaciones que pusieron a prueba las técnicas de construcción de la época, poniendo en peligro su integridad estructural. Tras solo pasados dos años desde finalización, el domo superior comenzó a derrumbarse y un terremoto en 1897 terminó de hacer el trabajo de destrucción. Los años pasaron, el monumento fue olvidado y hasta usado como materia prima por los empobrecidos pobladores de ya una Samarcanda disminuida. Poco hicieron los soviéticos, y solo hasta finales del siglo XX, el gobierno uzbeko inició los trabajos de restauración. Hoy en día, el monumento con sus tres edificios y el portal principal luce, como todos los de Samarcanda, esplendoroso.
Dedicamos el resto del tiempo que estuvimos en esta maravillosa ciudad a recorrer su calles del centro y dejarnos sorprender por la oferta de cafés y restaurantes de comida al grill, plov y sam que tanto nos acompañarían durante nuestro recorrido por este país.
Días después, nos encontrábamos embarcando un cómodo tren hacia la ciudad de Bukhara, mientras nuestras cabezas apenas comenzaban a procesar una arquitectura magistral y monumental que no nos dejaría hasta salir de este destino ubicado justo en el corazón de la ruta de la seda.