Caseríos por donde pasa el Tazara

Tazara train o lo que queda de él

Nuestro itinerario inicial decía que una vez llegando a Livingston, debíamos coger un avión para llegar a Dar Es Salaam (Tanzania). Sin embargo, mi amigo Camilo me había comentado en alguna ocasión que era posible llegar desde Zambia hasta Dar Es Salaam en el famoso Tren Tazara y la guía Lonely Planet lo referenciaba como una opción económica para llegar a Tanzania desde la ciudad de Kapiri Mposhi en Zambia. Así las cosas, me empeciné en que teníamos que coger el tren y Alex, que sigue todos mis experimentos, también se animó bastante.

El Tazara recorriendo la sabana africana
El Tazara recorriendo la sabana africana

Coger el tren no iba a ser fácil, pues en primer lugar debíamos recorrer cerca de 600 kilómetros en bus para llegar desde Livingston hasta la ciudad de Kapiri Mposhi. Adicionalmente, debíamos ser bastante exactos en el itinerario, ya que sabíamos que el Tazara solo partía los martes y los viernes. Finalmente existía otra variable importante: por tratarse de un tren musulmán, las mujeres y los hombres debían viajar las 48 horas que dura el recorrido en compartimentos separados. Esto a no ser de que varias personas del mismo compartimento acordaran lo contrario. Lograr que todas las variables estuvieran a nuestro favor iba a ser difícil, pero aún así decidimos correr todos los riesgos y hacerlo.

El domingo 26 de junio partimos muy temprano de Livingston en bus hacia Lusaka (capital de Zambia), con la expectativa de gestionar allí la visa para Tanzania y de comprar los tiquetes para el Tazara. Fue un recorrido de 5 horas en un bus atestado de gente y con un calor impresionante. Yo como es costumbre en estos tiempos, dormité todo el viaje hasta llegar a eso del medio día a Lusaka, la capital. De acuerdo con nuestra guía Lonely Planet, Lusaka no tiene nada más interesante que un mercado popular y algunos centros comerciales similares a los que se pueden encontrar en muchas partes del mundo. Así que nuestra intención era quedarnos el menor tiempo posible. Nos hospedamos en un hostal cerca a la estación de buses de nombre Lusaka Backpackers. Este es un lugar bien acogedor que nos recibió con una bonita habitación hecha de bambú y de paja, con cama doble pero sin baño. En las noches allí, recordé los maravillosos momentos vividos en la Isla Fuerte, pequeña formación a 50 km de San Bernardo del Viento, donde mi tía Estella y Eduardo tenían un paraíso terrenal colmado de cabañas de este estilo y donde pasé muchas vacaciones inolvidables acompañadas de una comida inigualable compuesta por calamares, jureles, barracudas, atunes, pulpos, langosta y toda clase de langostinos y como si fuera poco horas y horas de buceo en las tibias aguas mar Caribe en el Océano Atlántico. Gracias tíos.

El hostal Lusaka cuenta con una piscina, un acogedor bar y un cocinero que prepara una buena comida entre ellos un impresionante T bone steak de 600 gramos. Allí nos enteramos de que el lunes era festivo en el país y por lo tanto la embajada de Tanzania y la venta de tiquetes de Tazara solo estaría abierta hasta el martes siguiente. Que mala noticia, pero ante todo buena actitud. El lunes en la mañana salí a trotar por la avenida Great East y en la tarde disfrutamos de un almuerzo y un helado en el Manda Hill Shoping mall.

Ruta del Tazara tomada de http://www.tazarasite.com/site/page/route_map_view
Ruta del Tazara tomada de http://www.tazarasite.com/site/page/route_map_view

Muy temprano el martes y conscientes de que debíamos coger el Tazara en Kapiri Mposhi antes de las 4 de la tarde, nos dirigimos hacia la embajada de Tanzania y una vez allí, rogamos para que nos dieran la visa inmediatamente. Así fue, así que a eso de las 11 de la mañana estábamos abordando el bus hacia la ciudad de Kapiri Mposhi. Finalmente, luego de correr como locos, cerca de las 3 llegamos a la estación del Tazara, para encontrarnos con la mala noticia de que solo había un tiquete para hombre en primera clase. Afortunadamente, una familia India que estaba ocupando varios camarotes, nos aceptó en uno de ellos, así es que increíblemente de un momento a otro teníamos tiquetes de primera clase y juntos. Que suerte la que tuvimos. Sólo unos minutos después de haber pagado los 100 dólares de nuestro tiquete, abordamos el camarote 5 del vagón C. En ese momento, nuestros compañeros Indios, que estaban disfrutando de su almuerzo, nos sirvieron un delicioso arroz con papas cargado de especias y muy spicy. Auténtica comida hindú hecha en casa. Deliciosa. Luego, nos enteramos de que nuestros amigos Indios trabajan en unas minas de cobre de una empresa de su país asentada en Zambia y aún les quedan otros 4 años para su explotación. Eran una familia de verdaderos empresarios en las lejanas y desconocidas tierras de África.

Omkar, uno de nuestros compañeros de ruta
Omkar, uno de nuestros compañeros de ruta

Una vez dentro del Tazara, te das cuenta de la realidad. Como muchas cosas en África, el tren luce como aquellos edificios de la ETB en el centro de la ciudad de Bogotá que, carcomidos por las malas administraciones, la corrupción y una pobreza de espíritu impensable, apenas se mantienen en pié. Los años majestuosos de este tren hecho en la China y traído al continente en la década del 60 ya pasaron. Hoy solo quedan vestigios de lo que una vez fue un medio de transporte en primera clase para adinerados colonos europeos. El Tazara Train, luce mal, desgastado y literalmente acabado. Las luces de los camarotes no funcionan, las lámparas están rotas, las paredes lucen percudidas y los baños son a duras penas una letrina. El Tazara Train está viejo, cansado, pidiendo a gritos un receso, una muerte digna. Los empleados hacen su mejor esfuerzo limpiando y aseando constantemente los pasillos, pero la mugre del Tazara Train ya no es un cuerpo ajeno, es parte de él. Su motor libera un estrepitoso sonido similar al de las máquinas de vapor que es difícil encontrar sosiego y conciliar el sueño en la noche y las puertas del tren dejan en tus manos un óxido apenas removible con una buena cantidad de jabón.

Los baños del Tazara
Los baños del Tazara
Caseríos por donde pasa el Tazara
Caseríos por donde pasa el Tazara

Durante el viaje pasé varias horas en la ventana observando la bella sabana africana. Esa que de cuando en cuando te recompensa con un par de elefantes, unas jirafas o tal vez una manada de búfalos. Algunos decían que el Tazara Train era como un Safari móvil. Que podías vislumbrar una gran cantidad de animales mientras te desplazabas hacia tu destino final. Sin embargo, en esta ocasión no hubo animales diferentes a los domésticos pertenecientes a las pocas villas que rebasamos. Tal vez los animales se han cansado también de este eterno compañero, el Tazara, y se han retirado a zonas más inexploradas. Sin embargo, hubo una parte corta del recorrido en Tanzania que atraviesa un parque natural. Allí, muy atentos pudimos ver algunas jirafas, zebras, ñúes, micos e impalas que, como si el Tazara fuera un fantasma, no advierten nuestro paso.

Una de las estaciones donde para el Tazara
Una de las estaciones donde para el Tazara

Esta es la historia del Tazara Train. Un fantasma de la sabana, una culebra de metal crujiente, un muerto viviente. Gracias Tazara por llevarnos tan lejos a tan inexplorados territorios. Gracias Tazara por ayudarnos a sentir esa ausencia tan anhelada en los viajes, esa soledad. Gracias Tazara por dejarnos momentos para todas nuestras vidas.

David y Alex en el Tazara

David P

PD:

  • Tazara siginifica Tanzania & Zambia Railway.
  • El recorrido real nos tomó 56 horas debido a algunas paradas inesperadas por averías en los frenos.
  • Es ideal comprar comida antes de abordar el tren, si bien hay un restaurante la comida no es de muy buena calidad y el menú es poco variado.  Cuando el tren para en los diferentes caseríos es posible comprar algunas cosas como frutas, sin embargo tampoco hay mucha variedad.
  • Una vez se pasa de Zambia a Tanzania hay que cambiar el dinero para pagar en el tren.  Algunos “negociantes” pasan por los vagones haciendo el cambio, lo mejor es estar enterado de la tasa correspondiente para no salir estafado y cambiar sólo lo indispensable.
  • Como turistas es ideal viajar en primera o en segunda clase.   La primera clase consta de 4 literas, la segunda clase tiene 6 y la tercera clase son sillas duras, allí se amontonaban tantas personas que para subir y bajar del tren lo hacían por las ventanas y la gente dormía también en el suelo.
El comedor del Tazara en primera clase
El comedor del Tazara en primera clase
La vida en el tren Tazara
La vida en el tren Tazara

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  1. Responder

    Rojo Villegas

    Muy bueno el recuento David, Éxitos en sus travesías!

    1. Responder

      malaquita

      Gracias Rojo. Un abrazo.

  2. Responder

    Beatriz Palacino

    ESTAN EN LO SUYO? ESO PARECE, LA INSPIRACIÓN FLUYE Y LA CREATIVAD SE MANIFIESTA EN TUS LIBRO DE CAMPO, COMO DECIMOS LOS ANTROPOLOGOS. LEYENDO TUS CRONICAS DE VIAJE, ME REMITEN A UN ESCRITO CORTO PERO HERMOSO DE J..L.BORGES

    El Etnógrafo
    by Jorge Luis Borges

    El caso me lo refirieron en Texas, pero había acontenido en otro estado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos. Se llamaba, creo, Fred Murdock. Era alto a la manera americana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocas palabras. Nada singular había en él, ni siquiera esa fingida singularidad que es propia de los jóvenes. Naturalmente respetuoso, no descreía de los libros ni de quienes escriben los libros. Era suya esa edad en que el hombre no sabe aún quién es y está listo para entregarse a lo que le propone el azar: la mística del persa o el desconocido origen del húngaro, la aventuras de la guerra o del álgebra, el puritanismo o la orgía.
    En la universidad le aconsejaron el estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricos que perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombre entrado en años, le propuso que hiciera su habitación en una toldería, que observara los ritos y que descubriera el secreto que los brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesis que las autoridades del instituto darían a la imprenta. Murdock aceptó con alacridad.
    Uno de sus mayores había muerto en las guerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes era un vínculo ahora. Previó, sin duda, las dificultades que lo aguardaban; tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran como a uno de los suyos.
    Emprendió la larga aventura. Más de dos años habitó en la pradera, bajo toldos de cuero o a la intemperie. Se levantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñar en un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladar a sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó los amigos y la ciudad, llegó a pensar de una manera que su lógica rechazaba.
    Durante los primeros meses de aprendizaje tomaba notas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertar la suspicacia de los otros, acaso porque ya no las precisaba. Al término de un plazo prefijado por ciertos ejercicios, de índole moral y de índole física, el sacerdote le ordenó que fuera recordando sus sueños y que se los confiara al clarear el día. Comprobó que en las noches de luna llena soñaba con bisontes.
    Confió estos sueños repetidos a su maestro; éste acabó por revelarle su doctrina secreta. Una mañana, sin haberse despedido de nadie, Murdock se fue.

    En la ciudad, sintió la nostalgia de aquellas tardes iniciales de la pradera en que había sentido, hace tiempo, la nostalgia de la ciudad. Se encaminó al despacho del profesor y le dijo que sabía el secreto y que había resuelto no publicarlo.

    — ¿Lo ata su juramento? preguntó el otro.
    — No es ésa mi razón — dijo Murdock –. En esas lejanías aprendí algo que no puedo decir.

    — ¿Acaso el idioma inglés es insuficiente? — observaría el otro.
    — Nada de eso, señor. Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlo de cien modos distintos y aun contradictorios. No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad.

    Agregó al cabo de una pausa:

    — El secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él.
    Esos caminos hay que andarlos.
    El profesor le dijo con frialdad:
    — Comunicaré su decisión al Concejo. ¿Usted piensa vivir entre los indios?
    Murdock le contestó:
    — No. Tal vez no vuelva a la pradera. Lo que me enseñaron sus hombres vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.

    Tal fue, en esencia, el diálogo.
    Fred se casó, se divorció y es ahora uno de los bibliotecarios de Yale

    1. Responder

      malaquita

      Gracias Beatrix por compartirlo. Que habrá sido de la vida de este bibliotecario sin ese secreto?

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