Toledo, la ciudad Imperial
14 de julio de 2016
Toledo es una de esas ciudades para las cuales los adjetivos se quedan cortos. La visité por primera vez hace 18 años un domingo en el que era casi imposible caminar por sus ya muy estrechas calles debido a la cantidad de turistas y a pesar de que en mi recuerdo era una de las ciudades de España más encantadoras, hoy la descubrí como si fuera la primera vez, sintiéndome extasiada al dejarme llevar por todos sus matices, descubriéndola al ritmo lento de quién la vive sin afanes por primera vez.
Para llegar a Toledo tomamos un tren en la estación Atocha de Madrid (€10.4 c/uno por trayecto comprando round trip) el cual en un poco más de media hora recorrió los 70 km ente las dos ciudades. Para mí hay que empezar el día temprano, pero un par de inconvenientes para llegar a la estación hicieron que finalmente tomáramos el tren de las 9:20 Am. La estación conserva el estilo de las construcciones de la ciudad: ladrillo expuesto, azulejos y el estilo gótico en cada esquina. Mientras que la mayoría de los viajeros compraban un mapa por €2, nosotros caminamos unos metros más para recibir uno gratis en la oficina de información turística y todas las instrucciones pertinentes. Desde allí se puede caminar hasta la cuidad amurallada siguiendo una línea rosa pintada en el suelo o tomar bien sea bus o taxi.
Nosotros disfrutamos la caminata, incluyendo la hermosa vista del río Tame desde el Puente de Azarquiel. Una vez en la ciudad nos dejamos llevar por sus estrechas calles, visitando los lugares más emblemáticos como Zocodover, el Alcázar, la Catedral, la Judería el Museo del Greco y la Ermita del Cristo de la Cruz. Si bien diferentes páginas sugieren rutas para recorrer la ciudad, el verdadero deleite está en perderse en medio de sus callejones y dejarse sorprender por la majestuosidad de sus construcciones.
Toledo adicionalmente es famoso por los mazapanes, una receta que se remonta hasta el siglo V, en la que se utilizan almendras y azúcar. Las artesanías propias de la ciudad son las que incorporan el damasquinado, consistente en incrustar hilos de oro o plata en acero o hierro.
Cada uno de los lugares simbólicos de la ciudad tiene un costo para ser visitado por dentro, nosotros sólo lo hicimos en el Museo de El Greco y en la Ermita del Cristo de la Luz. El Museo del Greco fue una agradable sorpresa, no somos fanáticos del arte renacentista, sin embargo la casa ofrece una exposición muy interesante que cuenta la historia del pintor y de la ciudad. La Ermita es la mezquita mejor conservada de la ciudad y aunque es pequeña, es interesante, en especial los arcos y las bóvedas de la nave.
Tomamos el tren de regreso a Madrid a las 4:20 pm, dejando atrás la huella de nuestros pasos entre los callejones de esta ciudad que ha sido el hogar de judíos, cristianos y musulmanes, tan antigua como la edad de bronce y que hoy sigue proyectándose como uno de los lugares más encantadores de España.
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