Zaanse Schans, donde los molinos de viento siguen vivos
Zaanse Schans, 28 de febrero de 2014
Ninguna visita a los Países Bajos está completa sin recorrer alguno de sus molinos de viento. En nuestro caso Jella y Martine (amigos holandeses a quienes conocimos hace algunos años en Botsuana y con quienes compartimos una deliciosa cena en Utrecht) nos habían recomendado visitar Zaanse Schans, un complejo de molinos que han sido restaurados para mostrar cómo fue la producción industrial hasta el siglo XIX.
Zaanse Schans resultó ser bastante conveniente al estar muy cerca de Ámsterdam. Luego de visitar en la mañana el Museo de Ana Frank y comer algo en la zona, tomamos el tren en la estación Central con destino a Koog-Zaandijk (un trayecto de 17 minutos). Desde la estación basta con preguntar hacia dónde están los molinos y luego seguir las señales. A la salida de la estación encontramos un dispensador de mapas gratuito que tenía toda la información necesaria para el recorrido.
Antes de cruzar el río Zaan encontramos el primer molino utilizado para la elaboración de Harina llamado “De Bleeke Dood” construido en 1656, sin embargo es impresionante una vez se está en el puente sobre el río, ver en el horizonte varios de los imponentes molinos de viento, la mayoría en diferentes tonalidades de verde y acompañados de casas de madera.
El primer edificio al que entramos fue “De Huisman”, el molino de especias. Allí a través de diferentes demostraciones didácticas como videos, juegos interactivos y reproducciones pudimos entender un poco mejor la tecnología detrás de los molinos de viento y el proyecto de esta comunidad para rescatar esta hermosa tradición. Al finalizar el recorrido encontramos una tienda de artesanías en las que compramos algunos recuerdos (más tarde nos arrepentimos ya que los mismos productos se encontraban en otros de los molinos a precios más bajos).
Otros de los edificios que visitamos fueron “De Catharina Hoeve”, la fábrica de quesos y “De Zaanse Schans”, la fábrica de zapatos zuecos. En cada uno de ellos se encuentra la explicación de su proceso productivo y una tienda de recuerdos. En la fábrica de zapatos nos quedamos un buen rato, aprendiendo sobre la elaboración artesanal de los “clogs” y apreciando una gran colección de zuecos de todos los estilos y épocas. Nos sorprendió especialmente entender que los pies grandes que pintaba Van Gogh no eran una excentricidad sino el reflejo de la case obrera que usaba este tipo de zapatos para trabajar.
También es posible visitar otras edificaciones como el museo panadero, el museo del reloj holandés, tiendas de antigüedades y hasta un almacén de diamantes. En el lugar hay un par de restaurantes sin embargo en el invierno cierran temprano por la poca cantidad de turistas. El lugar no es sólo una representación, entre los molinos y edificaciones hay hermosas casas (habitadas) con su arquitectura clásica de la región.
Definitivamente la visita a Zaanse Schans vale mucho la pena, en los meses de verano debe ser muy agradable hacer todo el recorrido de los molinos e inclusive admirarlos desde los botes que recorren el río entre mayo y octubre. Nuestro paseo terminó tomando un café caliente y unos deliciosos chocolates en el camino de regreso a la estación.
Rumbo a Amsterdam, pudimos ver brevemente desde el tren el famoso edificio del Hotel Inntel Zaandam, cuya construcción única genera la ilusión de varias casas apiladas unas sobre otras.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/b5/Nieuwbouw_zaandam.JPG
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